A sus 87 años de edad, piensa que la profesión se enfrenta a cambios profundos, porque las artes gráficas tradicionales pasaron a la historia y navegamos en mares sorprendentes de la ciencia de las comunicaciones electrónicas y su industria agresiva, pero costosa, que imposibilita a la prensa chica a salir a competir con los medios gigantes y convertir a los periódicos chicos en servidores de las grandes mayorías de la población, que por su precaria economía no tienen acceso a influir en la opinión pública, dando a conocer la angustia enervante de sus problemas sociales, económicos, políticos y culturales, por no estar en condiciones de romper las rocas existentes, gobiernos y periodismo industrial.
En pocas palabras, la libre expresión del pensamiento se estrella contra la muralla mercantilista del diarismo comercial, convertido en los grandes señores dueños y explotadores de la libertad de expresión a que tiene derecho el pueblo de una sociedad y gobierno que se dice democrático. Este es precisamente el reto que tiene que resolver a nivel constitucional el Estado conjuntamente con los periodistas y partidos políticos para dar respuestas, más allá de las palabras, de que somos una democracia representativa.
» Vivimos en tiempos de cambios y duras pruebas, no sólo para el periodismo, sino para la Nación». Frías y acertadas palabras que de alguna manera reflejan el sentir que Ricardo Lince lleva muy dentro de sí, y que dice vivir en carne propia, cuando los tiempos cambian. Olvidamos fácilmente y hasta nos cuesta reconocer la gloria ganada por algunos panameños.
De con su primera relación, con Margarita Linares, tuvo a su único hijo Ricardo Lince Jr. Consagrado a su profesión, la mayor parte de su tiempo se la pasó viajando. Recorrió casi todos los países de los cinco continentes. Asistió a una cena de gala con Margot Fontaine.
Piensa que la invasión a Panamá ha sido el pasaje histórico más difícil y trágico en la vida de los panameños. Estima que posiblemente estuvo en sus manos evitar la decapitación del médico guerrillero Hugo Spadafora. Telefónicamente y desde la provincia de Chiriquí, éste le dijo: – «Noriega me va a matar…». Lince grabó la entrevista, pero los militares llegaron a la radio La Exitosa y desmantelaron las instalaciones, agrediéndolo físicamente. «Se robaron la cinta… No pude radiar la noticia…a los días Spadafora fue encontrado muerto».
Recordó con suma admiración al presidente Harmodio Arias, a quien consideró un verdadero amigo y compañero de trabajo. «Mi mayor satisfacción es ser panameño. No me arrepiento de mis errores, que no son pocos. Tampoco soporto la hipocresía y mentiras de los seres humanos. En estos momentos me gusta establecer una conversación con usted. Uno nunca cumple sus metas -y allí reside el programa intelectual y moral».
Esa tarde en su residencia en Linda Vista (San Miguelito) y como de costumbre, la pila de libros aguardaba en la silla que siempre lo acompaña en el portal de su casa. Una veintena de hojas blancas y un bolígrafo sirvieron para entablar un distinto e interesante conversatorio.
¿Por qué era casi nula la presencia del sexo femenino en las antañas redacciones? – «La mujer no tenía presencia en el periodismo, simplemente porque los directores y gerentes de los medios se resistían, no sólo por su absurdo machismo, sino también porque vislumbraban la competencia que les caía encima… Ustedes abren mejores perspectivas en los asuntos sociales, culturales y humanos, sin menoscabar el trabajo de los varones».
¿Quién es el mejor escritor? – «El que no usa la palabra para el engaño y usa el mensaje conciso, directo, lógico y claro, propio del buen comunicador y que lo inicie lo más cerca que pueda del punto final». ¿Qué piensa de la Facultad de Comunicación? – «La escuela va por muy buen camino, lo que pasa es que los dueños de los medios descalificaron a los egresados, para pagarles sueldos de hambre, diciendo que les falta experiencia…».
«Cholo» Lince (apodo que tuvo desde muy joven), aconseja a las nuevas generaciones de periodistas que lleven consigo esa obsesión por el trabajo continuo y entrega hacia el rescate del país, sobre todo, de la voracidad colonialista de otras naciones que explotaron nuestra privilegiada posición geográfica en beneficio propio.
«Nuestra pluma tiene la labor orientadora. Servir de guía a la sociedad, sometiendo al juicio de su evolución los actos de las personas, incluyendo el desempeño de los gobernantes. En pocas palabras, la prensa debe ser el tábano que aguijonee la mula del Estado – y que sus opiniones fiscalizadoras se amplíen y difundan».
Para él la política educativa perdió poder cuando el maestro se convirtió en el competidor de los políticos por su capacidad cultural. Las nuevas generaciones han perdido los valores morales al examinar la conducta de sus mayores, agregó.
Sobre la ética periodística se habla mucho, en el fondo es que cada cual tiene su propia ética, pero la única eterna es la de Cristo, que es la madre de todas ellas. «Estoy jubilado mirando desde lejos los acontecimientos que se repiten por el estancamiento de la cultura manejada por los intereses creados que luchan depravadamente por el control de los poderes, dándole la espalda a las clases humildes que son víctimas propiciatorias. He perdido la voz, pero he ganado en la reflexión, para sólo transmitir lo esencial para vivir bien».
Su intensa trayectoria como corresponsal extranjero de América Latina, Europa y Asia, figura pública y profesor universitario, entre otros méritos, nos obligan a rendirle un justo reconocimiento. Nació el 24 de julio en 1915, a los siete meses de gestación, en la ciudad de Panamá. Vivió parte de su infancia en la isla Taboga y otra en el barrio de San Felipe. Genaro Facio Lince, su padre, no lo quiso reconocer como suyo. Fue cuando a la edad de 12 años, éste lo vio y dijo: -«Tú eres mi hijo porque tienes mis mismas orejas», dice el jubilado periodista. «Yo decidí no llevar el apellido Facio porque «Facista» no soy». -«No guardo resentimientos con mi familia…». Escribe que su papá lo reconoció con el nombre de Ricardo en honor a uno de sus primos, el tuerto y poeta panameño, Ricardo Miró. Narra que gracias a su madre María Teresa Micolta, doña Esther Moore (abuela) y a su hermana fallecida María Augusta Facio Lince, cursó estudios en el colegio La Salle.
Un buen día su abuela materna le dijo: «toma esta pala y vete a enterrar muertos»; al parecer conseguir un empleo tampoco era muy fácil. Pero pasado el tiempo consiguió trabajo en una fábrica de jabón, propiedad de la familia Guillermo-Vega, proveniente de Argentina. Sin sospechar lo que el destino le depararía, siempre tuvo presente luchar por nuestra total soberanía.
Siendo dirigente y estudiante de Derecho, encabezó la primera huelga universitaria del Instituto Nacional. «Ordenaron mi detención… salí huyendo hacia Buenos Aires, Argentina, en una embarcación pesquera, y estando allá cursé estudios en periodismo».
Tanto su huida como regreso al país, estuvo condicionado por situaciones arriesgadas. Lince, un hombre de armas tomar, conoció al presidente argentino Juan Domingo Perón, éste le proporcionó un pasaporte autorizando su retorno a Panamá. Sin embargo, ya en las costas panameñas, la embarcación fue interceptada por una patrulla naval gringa y una vez en el muelle Balboa, «me decomisaron mis documentos…y en ese forcejeó escapé nuevamente».
Contar cada una de las interesantes anécdotas que han rodeado la vida de Ricardo Lince tomaría varios capítulos de un libro. Y habría que incluir una fotografía de su rostro con el número de placa A-5520, que recorrió varios puntos del país y decía: «Se busca…Policía Nacional».
Su coraje en denunciar lo que consideró injusto y ese visible fervor patrio le valió la prisión en la desaparecida Cárcel Modelo (dos años) y la detención en la comarca de San Blas, cuando el golpe contra el gobierno arnulfista (1968) en la provincia de Colón.
Inició su carrera siendo director del tabloide La Hora (1941). En estos 50 años en el ejercicio de la profesión, estuvo en la dirección de El Panamá América, revista Lotería, El Matutino, La República y fundador del periódico El Expreso. Fue miembro del consejo editorial de la entonces Revista 7, que bajo la dirección del doctor Roberto Arias Guardia libró grandes luchas en el Panamá de ayer.
Ganó una beca logrando una especialización en técnicas de redacción periodística en Chicago, Nueva Orleans y República Dominicana. Fue profesor de la primera escuela de periodismo, dirigida por el licenciado Manuel María Valdés, a quien Lince le rindió un homenaje antes de su muerte. Una de las obras más valiosas es el Libro de Periodismo, editado en 1989 con tres ediciones.
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