“El canciller Tack exclamó: “Estados Unidos vetó a Panamá, pero el mundo vetó a los Estados Unidos”. A partir de este momento, nuestra causa fue conocida a nivel mundial, lo que le abrió las puertas a Panamá para la Declaración Conjunta Tack-Kissinger de 7 de febrero de 1974 […]”
El canciller Juan Antonio Tack me informó, en diciembre de 1972, que el Gobierno había gestionado la reunión del Consejo de Seguridad en nuestro país y me preguntó mi opinión.
Le dije que era una excelente oportunidad para Panamá, pero que el éxito dependía de si se llevaba a cabo con inteligencia o no; que era necesario hacer un estudio de la jurisprudencia sobre canales internacionales y bases militares extranjeras y que era necesario hacerlo en secreto. Me preguntó si yo estaba en capacidad de llevar a cabo esa misión, y le dije que sí.
Con la autorización del general Omar Torrijos y de Tack, estuve un mes en La Haya y redacté dos resoluciones a ser presentadas por Panamá.
Al regresar en enero de 1973, encontré que estaban considerando una resolución muy diferente a las que yo tenía preparadas y que consistía en solicitar la neutralización de todos los canales internacionales. Me opuse a la misma, porque ello constituía una intervención en los asuntos internos de Egipto (Canal de Suez) y porque ponía en peligro el apoyo de los países árabes y no alineados.
El Perú había enviado una delegación en la que participaban juristas internacionales, como Juan José Calles y Calles, la cual escuchó los diferentes argumentos y manifestó inclinarse a favor de nuestra posición.
Antes de iniciarse las sesiones, Tack me explicó: “Tenemos dos resoluciones en consideración. Yo voy a presentar la resolución más “suave” y, si ella fracasa, entonces presentaré la tuya”. Las mías hablaban de desmilitarización y soberanía, pero no de neutralidad.
Tan pronto el canciller leyó la resolución el día 15, hubo un rechazo rotundo. El representante de Egipto, exclamó: “Yo no vine de tan lejos para aprobar una resolución tan irrelevante y, por lo tanto, pido que hagamos un receso para consultas”.
Algunos embajadores de América Latina se reunieron con Tack en el Salón Azul de la Asamblea. Al salir, me explicó que sus Gobiernos (salvo Cuba y el Chile de Allende) estaban preocupados porque temían que Panamá se radicalizará y pusiera en peligro sus relaciones que tenían con Estados Unidos. “¿Y qué piensas hacer al respecto? El problema es nuestro, no de ellos”, le dije.
“Me siento cansado por el trabajo hecho y de tener que discutir con personas que no saben nada acerca del Canal. En consecuencia, le presento mi renuncia al cargo”. Le di la espalda y me retiré, pero Tack me pidió que no renunciará; que siguiéramos trabajando en isla Contadora, donde iban a estar todos los miembros del Consejo y que tomara el primer avión al día siguiente para la isla.
Llegué muy temprano y escuché venir el helicóptero de Omar Torrijos. Tan pronto se bajó y me vio, me preguntó: “Hola, Julio, ¿cómo te fue en La Haya?”.
Le respondí que muy bien, pero que “ahora tenemos un problema serio, porque hemos comenzado con el pie equivocado” y que necesitaba hablar con él en privado. Torrijos me invitó a pasar a un gran salón y me escuchó, sin interrumpirme, más de una hora. Le sugerí dar un golpe de timón de 180 grados a la reunión. Me preguntó: “¿Y Tony (Tack) está informado?”. Le dije que sí. “Dígale a Tony que usted habló conmigo y que usted tiene luz verde.”
A la hora de la cena, el canciller me estaba esperando junto a otros embajadores, entre los cuales estaban el canciller Raúl Roa de Cuba y su embajador en la ONU, Ricardo Alarcón. Relajado y contento, el canciller exclamó que yo tenía razón en todo lo que le había dicho en las últimas semanas y que “lo mismo afirman los embajadores presentes”. Yo le había advertido a Tack que “la resolución congelaba las fronteras geopolíticas en el Canal de Suez y el Medio Oriente y que los únicos favorecidos eran Israel y Estados Unidos. ¿Cómo llegó a la Cancillería semejante documento?”.
El canciller me pidió que le redactara un memorándum para el general Torrijos, en el cual le explicara todo, y le redacté trece páginas largas. Tack se las llevó al general Torrijos a las 10 p. m. (sábado 16) y todo cambió para bien de la causa nacional.
Tack me autorizó resumir en una sola las dos resoluciones y me pidió entregársela al canciller del Perú, el general Miguel Ángel de la Flor Valle, quien era nuestro enlace con el resto de los miembros del Consejo.
Los Gobiernos que más cooperaron con Panamá fueron los de Cuba y la República Popular China. Le pregunté al embajador Huang Hua de China, cuál era la posición de su país en torno a la neutralidad de canales internacionales.
Para mi sorpresa, contestó el presidente Mao Ze Dong: “La República Popular China apoya la eliminación de las bases extranjeras en Panamá, si Panamá lo pide”. Fue el apoyo más contundente.
El jueves, 21 de marzo, Estados Unidos vetó la resolución. Reino Unido se abstuvo, pero los trece miembros restantes votaron a favor. El canciller Tack exclamó: “Estados Unidos vetó a Panamá, pero el mundo vetó a los Estados Unidos”. A partir de este momento, nuestra causa fue conocida a nivel mundial, lo que le abrió las puertas a Panamá para la Declaración Conjunta Tack-Kissinger de 7 de febrero de 1974, la cual redacté por honroso encargo tanto del canciller Tack como del general Torrijos.
(*) Analista internacional, ex asesor de Política Exterior, presidente honorario del Centro de Estudios Estratégicos Asiáticos de Panamá (Ceeap).
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