El país nuestro, atraviesa una gran crisis de identidad. Debemos sacar lo mejor que dentro de nosotros hay, para no perdernos más aún de lo que estamos.
Es preciso escarbar en nuestra historia para rescatar el Carácter, la Condición, índole y naturaleza de eso que nos distingue de los demás pueblos.
Dentro de todos los elementos de nuestro Carácter, debemos rescatar uno muy importante. Lo es el Decoro.
Tal es la impudicia, el irrespeto que vemos a diario en nuestra dinámica e interrelación social, que es preciso rescatar la pureza, honestidad, recato, pudor que pareciera que se han perdido y por tanto como que nos ahogamos en la miasma.
No hay respeto de los hijos a los padres, de los conyugues, de los parientes, de los amigos, y menos del gobierno a los gobernados, de los que simplemente son vecinos o por dicha vivimos en esta misma tierra.
A este irrespeto ha contribuido no solo una muy mala educación que empieza en el hogar a cuyo cargo está esencialmente una televisión que no la mueve el interés pedagógico, sino el raiting estimulado por la violencia y la depravación. Ese irrespeto sigue y se afianza en la escuela, donde no hemos determinado como sociedad; que clase de ciudadanos y personas queremos que salgan de las aulas, sino que además y sobre todo, las grandes lecciones de irrespeto nos las dan desde el Gobierno, lecciones que vienen agravándose desde hace más de treinta años. Lecciones de atraco, de impunidad, de vileza, y se han ensañado los que han mandado y mandan pero no gobiernan, seguros que no les pasará nada y que con toda certeza se presentarán próximamente como la tabla salvadora de los que ellos mismos echaron al cadalso.
Si en este país hubiera decoro, entonces no participaríamos de la farsa que representa, instalar Órganos del Estado salidos de actos delictivos claramente tipificados en nuestro ordenamiento penal electoral. Qué legitimidad pueden tener autoridades salidas del delito, sino como supremo acto de irrespeto a la nación y a los ciudadanos, actos todos que vivifican la violencia que debemos parar antes que termine por tragarnos y desangrarnos vivos.
Rescatemos el Decoro, que es el fundamento de la dignificación que es preciso reanimarla, y sin la cual, no es posible procrear hombres libres y menos aspirar a que nos respeten la libertad. Porque sin respeto, el amor no puede permanecer.
¡Así de sencilla es la cosa!