EL DESTAPE DE LAS REFORMAS A LA CSS. V Parte

Lic. Víctor Collado S.

Deben ser muy pocos los que aún permanezcan desprevenidos sobre el viacrucis del Proyecto 163. Y se dice así porque en este calvario hay de todo en modalidades, apuros y atrasos. Y para evitar echarle agua a lo mojado, nos abstendremos de repetir hechos y argumentos conocidos lo más que se pueda.
El ruido que interesa destacar no es sobre lo que dijo este o aquel personaje. Atañe sobre aquellos que se han mantenido en silencio o haciendo esporádicos zumbidos que, casi todos, se han disipado por el paso acelerado de los acontecimientos.
Lo importante, ahora, es lo que hayan comunicado o prometido o lo que no han dicho, las organizaciones políticas, especialmente las que tienen responsabilidad en la AN en función de los votos con los que cuentan para decidir lo que se haga o deje de hacerse con el Proyecto 163 de reformas a la CSS.

Las cúpulas de las toldas partidistas, han recurrido al sobado lenguaje común y terrestre de «exigir» determinadas condiciones o de sugerir alternativas en términos tan generales, imprecisos y parciales que todas o la mayoría de ellas, servirían de comodín para justificar cualquiera salida que se pretenda.
El comportamiento sibilino de la dirigencia partidaria (porque la membresía de cada tolda es otro asunto muy diferente) se explica por el último resultado electoral nacional tras el cual, sin saber todavía cómo reponerse, comparten el común denominador de andar vagando, con físicos desmejorados, debilitados al borde del desvanecimiento y exhibiendo liderazgos extraviados que lucen como cabezas implantadas en cuerpos extraños. Por esa y otras razones de peso y sobrevivencia, la «dirigencia» anda detrás de sus intereses personales (mimados por un subsidio que le pagamos el resto del país) desconsiderando los valores y objetivos del colectivo nacional. Han descendido a un grado de incredibilidad que en poco ayuda (más bien los descubre) las declaraciones pirómanas o golpes de pecho en su afán de acumular toda la carne posible para depositarla en el asador, con un griterío por el presunto bienestar del pueblo.
Por eso y mucho más seria saludable oír cuánto digan o prometan, pero al revés, por el sentido contrario o a beneficio de inventario. Confiar en ellos, sin excluir a ninguno, no es una opción. Siguen re-editando las andanzas de Leandro y Crispín, en la recordada obra teatral de Jacinto Benavente, conocida con el sugestivo título de «Los intereses creados».
Para mala racha, la bancada de libre postulación sigue deshojando margaritas en el descampado, entre la irresolución, rompiendo filas entre ellos mismos y lanzando puñetes en el aire.
El proyecto 163 no ha sido fácil digerirlo y será igual o peor para cuando toque su votación. Pero en estricta verdad, lo delicado no lo es por lo intrincado de la normativa propuesta; tampoco por lo heterogéneo que implican las reformas a futuro; ni si dejáramos de lado el origen fanatizado del Proyecto; u olvidaremos, por un solo un instante, que los mercaderes de humo de hoy son los mismos que incendiaron la mecha en el 2005, todo eso, sin duda, hace reprochable el 163; pero nada se compara ni supera la desesperanza de saber que los diputados, encapuchados en partidos políticos de viejo matriz o no, harán todo, y hasta lo inexpresable, para salvarse ellos en lugar de salvar la Caja de Seguro Social, abusando de palabras resonantes o inflando discursos como auténticos fariseos irredimibles.
No es nada agradable trasmitir tanta desolación motivado por la clase de espuelas y dientes de la clase política nacional que, en pésimo momento, está al frente la cosa pública.
Será necesario, otra vez, etiquetar los caminos por andar con la pancarta demofilica SOLO EL PUEBLO SALVA AL PUEBLO, del juglar Antonio Machado, escrita con la sinfonía metálica de las detonaciones en el terreno categórico de la guerra civil española.

Una vez: no hay de otra pero ojalá que está sea una de las últimas.

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