La educación no cambia al mundo; cambia a las personas que van a cambiar al mundo. Paulo Freire.
Por Ramiro Guerra M. Jurista y cientista político.
Desde muy joven, crecí escuchando a grandes oradores; forjaban conciencias críticas. En el siglo pasado, Radomiro Tomic, un Jorge Eliecer Gaitán y por supuesto, en nuestro país, Juan Materno Vásquez, Carlos Iván Zúñiga; en la actualidad mi hermano, Dr. Silvio Guerra y el gran Pepe Mujica y el expresidente Salvador Allende discursos y la oratoria, con contenido esclarecedor y formador de mentes al mejor estilo del filósofo griego Cínico; que decir del gran Cicerón. Sus discursos eran verdaderos cursos de academia; profanos al dogma del síndrome de mentes cerradas, proclive a bloquear el pensamiento crítico y esclarecedor.Me cuentan que Carlos Iván Zúñiga, cuando intervenía como diputado, en la Asamblea, las gradas del hemiciclo parlamentario era un lleno completo. Los ciudadanos salían tan satisfechos. Discursos para poner a pensar, a dudar y criticar.
Lo anterior, nada que ver con el seudo discurso, la demagogia con cálculo de manipulación. Es por lo anterior que, hay que saber distinguir, entre un discurso como pedagogía de la libertad y el discurso de los recursos subliminales, engañoso y con fines que, no educan ni siembran sentido y conciencia de la libertad.
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