Por Ramiro Guerra M.
jurista, Escritor Y Cientista Político.
En 1981, estando en la Habana- Cuba, me invitaron a un espectáculo en el hotel Tropicana. Sorpresa, en una de las mesas estaba el gran Gabo, autor de 100 años de soledad y otros escritores de gran prestigio. El guía de nosotros, nos dice, vengan que les voy a presentar el Nobel de literatura. Esto no fue lo que me impresionó, sino el trato. Un hombre sencillo, rápidamente llamándome por mi nombre, entró en conversación; nada de prejuicio. Lo de Nobel de literatura, no le quitaba el sueño. Era evidente que estaba frente a un hombre transparente, sencillo y HUMILDE (Con mayúscula).
La humildad es un valor de la persona. El hombre humilde conoce de sus limitaciones y virtudes. En consecuencia el trato que dispensa al prójimo, esta libre de prejuicio social y de vanidad alguna.
Trata al prójimo, como quieres que te traten a tí (el imperativo categórico kantiano y de Cristo), sea pobre o rico, con igualdad. Él apóstol Santiago, enseñó: «Dios resiste a los soberbios, y da gracias a los humildes …Humillaos delante del Señor y Él os ensalzará
( Santiago 4:6, 10).
He visto reyes caerse, gobernantes morder el polvo de la derrota. Caerse con todo y posición. Lo que pensaba que era la gloria, cae en la ruina. Lástima que el arrepentimiento llega tarde.
La persona que es humilde, es rico y no es posición que lo enaltece. La vanidad es una enfermedad.
Duele observar, a muchos que viniendo de abajo, se olvidan de que también fueron pobres.
Practiquemos la humildad y hagamos de semejante valor, una brújula para saber, que solamente DIOS, es superior. Su hijo Jesucristo, fue toda una institución de la humildad.
No cuesta nada decir un hola, cómo estás?.
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