Por: Dr. José R. Acevedo C.
En el año 1941, en el apogeo de la Segunda Guerra Mundial, el escritor norteamericano Enrich Fromn, publicó su exitosa y reconocida novela titulada El Miedo a la Libertad, a mi entender, más que inspirada en la vorágine violenta y condiciones geopolíticas políticas de la época, fue una premonición del futuro.El hombre actual ha teñido con sangre, campos, praderas, mares, aguas, mazmorras, cadalsos y arenas para ganarse su derecho natural a ser libre, y lleva tatuada con su sangre en lo más profundo de su ser, conciencia y dignidad, la palabra libertad como la más preciada conquista histórica y social. La libertad es solo una utopía en ausencia del positivismo constitucional e internacional, para lograr el ejercicio efectivo de la misma. Todo ese legado de sacrificio y de mártires incógnitos, a la fecha no ha dado el fruto esperado, toda vez que, son excesivas las formas en que la libertad del hombre es truncada, una y otra vez.
Fromn tiene como premisa o entendimiento principal de la libertad, al amor. Además, para llegar a este desiderátum tuvo que analizar los procesos históricos por los que ha transcurrido la libertad del hombre, dentro del abanico más amplio posible. En consecuencia, la libertad, no es otra cosa que el derecho natural de conducirse, manifestarse y de expresarse en distintas formas, obviamente mediante el amor. Dentro de este contexto de libertades, guardando el paralelismo asimétrico entre los tiempos históricos del momento de desarrollo del libro y la actualidad, hay formas de libertad carentes de una verdadera tutela jurídica, que genera contradictoriamente un profundo temor a la libertad misma. Parece que el hombre no se atreve a ejercer a plenitud su libertad.
Dos espadas sobre su cabeza se lo impiden. Una de estas es la censura política del gobernante y la otra, la ausencia de una verdadera tutela o efectiva garantía del ejercicio de la libertad, de parte de quien ejerce la jurisdicción, que ha abandonado a su suerte al hombre ante el gran lobo Hobbesiano de lo político.
En nuestro país como en muchos otros, el hombre teme expresar su inconformidad, criticar y hacerse público, para decirle a sus gobernantes que están actuando de manera incorrecta. Enseguida vienen las represalias. Si es servidor público o tiene a un pariente cercano ejerciendo una función pública, se le sanciona directa o veladamente. Esto genera sin duda, una apatía obligada por el temor de las consecuencias, a manifestar su verdadero sentir e insatisfacción, en especial con el manejo irregular de los bienes estatales.
La libertad está inmersa dentro de una situación atemorizante, de corte político, porque el Poder Judicial, así lo ha permitido. Ha dejado de ser el garante de la libertad, renunciando a una obligación ética y peor aún, siendo cómplice de la simulada censura político partidista. Son escasas las acciones legales que prosperan ante destituciones ilegales, solo por ejercer el derecho natural de la libertad.
No todo hombre tiene las condiciones y carácter de hacer efectiva a plenitud de la libertad. Precisamente el temor a ejercer la libertad, es lo que da fortaleza a la censura política y a la arbitrariedad. En tanto el hombre permanezca pasivo, sin ejercer su libertad a plenitud, cierne sobre él formas esclavistas que debieron ser superadas hace mucho tiempo.
Es el propio hombre que tiene el poder y el derecho de rebelarse ante el status quo, que le somete y le esclaviza mental y activamente. Tiene en sus manos su destino, ser libre o continuar censurado. No es fácil la opción de la libertad. Esta lleva grandes sacrificios para conseguirla y mantenerla. Ya no es un asunto solo de los jóvenes, es de todos. Quién no respeta a otros, tampoco merece ser respetado. Quién abusa del poder, quién no tutela la libertad, se autodestruye, es un ser indigno, un híbrido cuyo ADN, lo identifica con una especie menor del ser humano.
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