Por Juan Carlos Mas C.
En anterior artículo sostenía que la oligarquía limeña era consecuente con su pasado antiprogresista y debido a su capacidad maniobrera habían conseguido jaquear a San Martin y hartar a Bolívar.Las campañas realizadas por los realistas desde el Virreinato del Perú hacia el Alto Perú, que era parte constitutiva del Virreinato del Rio de la Plata, tenían en jaque a los patriotas que veían el peligro para las aspiraciones independentistas en el Sur. Estos temores llevaron a organizar las campañas de San Martin a Chile y Perú. Por el norte el triunfante Bolívar veía el peligro de la presencia imbatida de las fuerzas realistas en el Virreinato del Perú. Todo ello llevó a una reunión de coordinación en Guayaquil y -aparentemente- ambos coincidieron en valorar que el Perú tenía dos enemigos: la monarquía española y la oligarquía limeña. Bolívar acepto la declinación de San Martín y decidió enfrentar a ambos monstruos. En Ayacucho una fuerza internacionalista de independentistas antimonárquicos derrotó a un contingente de fuerzas locales de vocación monarquista.
Hoy el estallido de masas indignadas contra la oligarquía limeña se enfrenta otra vez a un enemigo doble: el local y el extranjero. Del enemigo local no abundaremos ya que las noticias nos permiten entender la configuración de un poder parlamentario, cual asamblea gansteril, que recluta al poder judicial y subyuga al poder ejecutivo. De tal forma se adultera la voluntad del pueblo en las elecciones. No obstante, pretendemos resaltar que el enemigo local se apoya en el enemigo extranjero que es el establecimiento estadounidense.
Es de todos conocido por las noticias que la primera persona con rango diplomático que se apresuró a reconocer y validar al gobierno golpista fue la embajadora de los Estados Unidos, pero no es tan conocido que ya desde el 2015 la presencia militar norteamericana ha venido “in crescendo” en territorio peruano, primero con el remanido pretexto del narcotráfico, después del entrenamiento conjunto para conjurar la amenaza que sea y ahora van anunciando su intención de proteger las fuentes amazónicas y tutelar el Amazonas.
En aquel tiempo las capacitaciones se iniciaron en zonas montañosas, en áreas de vegetación selvática similares a las del VRAEM (valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantsaro, donde se han hecho fuertes las disidencias armadas en el pasado, tales como senderista y bandoleros narcos. Según recogía el Marine Corps Times, ellos estaban y están ayudando a las Fuerzas Armadas del Perú a combatir cualquiera amenaza insurgente. Cada seis meses envían cerca de 600 de Infantes de Marina nacionales con asesoría extranjera a la zona. Se trabaja para incrementar el tamaño de las fuerzas adiestradas de 3.500 a 6.000 hombres, y para ello E.U. tiene el fin de aumentar el tiempo de permanencia de sus tropas entre las misiones. Y por tanto cada vez son más los Infantes de Marina que se envían al VRAEM. Así, por ejemplo, en el mes de septiembre de periodo reseñado se estacionaron por 6 días el portaviones US$ George Washington, que cuenta con 90 aviones y una tripulación de 3,200 hombres y sofisticado armamento de defensa y de ataque. Mientras que para la Marina peruana se le ofrece el significado de una visita de cortesía de una gran unidad de guerra, en realidad la cercana presencia de este inmenso buque en aguas sudamericanas tiene directa relación con las facultades que tienen para -llegado el caso- intervenir militarmente de forma autónoma, en una serie de escenarios de convulsión socio política: golpes militares, intervenciones puntuales, amenazas, etc.
Posteriormente al antecedente citado el gobierno de Perú autorizó el martes 9 de agosto del presente año que está por terminar el ingreso al territorio nacional de personal militar de Estados Unidos con armas de guerra para seguir participando en ejercicios combinados con la Marina de Guerra del país peruano en agosto y octubre del año vigente.
Una resolución legislativa publicada en el diario oficial “El Peruano” aprobó el ingreso del personal militar del Séptimo Grupo de Fuerzas Especiales de Estados Unidos para el primer ejercicio combinado que se realizó hasta el 23 de septiembre. Asimismo, autorizó el ingreso del 22° Regimiento de asalto de la Infantería de Marina de Estados Unidos del 15 de octubre al 28 de noviembre del año en curso. Ambos ejercicios militares se realizan con la Fuerza de Operaciones Especiales de la Marina de Guerra del Perú por un plazo de 45 días en cada uno de ellos.
Posteriormente, el 4 de agosto el Congreso de la República de Perú, de mayoría derechista, aprobó hoy, a pedido del Gobierno, el ingreso al país de tropas estadounidenses con armas de combate. El permiso fue otorgado tras un debate en el que la legisladora Kelly Portalatino, del izquierdista Partido Perú Libre (PPL), rechazó el pedido y argumentó que aceptarlo es “una manifestación de sometimiento”. Consideró inaceptable “apoyar la entrada de tropas norteamericanas en un país soberano como el nuestro”.
Las tropas estadounidenses, cuyo número y otros detalles no consignó el informe del parlamento, participarín en ejercicios combinados conjuntos con las Fuerzas de Operaciones Especiales de la Marina de Guerra de Perú, del 10 de agosto al 15 de octubre y con la condición reservada de que la fecha de inicio podría cambiarse sin alterar la duración pactada.
Desde otro punto de vista el congresista de derecha extrema José Williams Zapata, un general jubilado, afirmó que la visita responde a las buenas relaciones entre las Fuerzas Armadas de ambos países en materia de entrenamiento, lucha antidrogas y antiterrorismo en la región. “Es un ingreso más de las tropas extranjeras al territorio nacional”, dijo al sostener que la presencia de estas en el país es normal. En consecuencia, el Estado peruano por autorización de su infamen congreso dio pase franco al ingreso del 22° Regimiento de asalto de la Infantería de Marina de Estados Unidos del 15 de octubre al 28 de noviembre próximos. Ambos ejercicios militares se realizarían con la Fuerza de Operaciones Especiales de la Marina de Guerra del Perú por un plazo de 45 días en cada uno de ellos.
El pasado 31 de agosto, el presidente Pedro Castillo y su entonces premier Guido Bellido hicieron llegar una carta a María del Carmen Alva Prieto, presidenta del Congreso de la República, en la cual ponían a consideración del Parlamento la aprobación de la resolución del Consejo de ministros donde los integrantes del ejecutivo jaqueado aprueban el ingreso de personal militar y de unidades navales procedentes de los EEUU al territorio peruano. En dicha carta se manifiesta que: “con el voto aprobatorio del Consejo de ministros, el proyecto de resolución legislativa autoriza el ingreso de unidades navales y personal militar extranjero con armas de guerra al territorio de la República del Perú”.
Si nuestros amables lectores siguen la óptica intervencionista real, podrán constatar que el Perú se ha venido transformando, como en los tiempos de los libertadores, en una espina en el camino de la unidad latinoamericana, ya que desde su posición central en el sud-continente se permite que los intervencionistas estadounidenses tengan vigilancia y acceso fronterizos con el Ecuador y Colombia por el norte, al este con Brasil y Bolivia y al sur con Chile en un inmenso arco que solo excluye a Venezuela y las Guayanas al norte y a Chile, Paraguay, Argentina y Uruguay por el sur, haciendo excepción del Paraguay en donde tienen localizado un núcleo militar de vigilancia del Acuífero Guaraní. Demás está decir que desde las posiciones de vigilancia establecidas en el Perú ejecutan un ambicioso proyecto de vigilancia del arco amazónico.
Desde este punto de vista se ha fortalecido la vigilancia imperial sobre las soberanías renacidas del Sur. Lógicamente el mandato de la hora es la unidad para un nuevo Ayacucho continental de carácter político, diplomático y soberanista que logre la exclusión de las tropas estadounidenses de ese país y facilite el nacimiento de la nueva Latinoamérica.
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