Por: José Dídimo Escobar Samaniego
Tres años después, de la cruenta Invasión a Panamá, el 20 de diciembre de 1989, Estados Unidos que se había llevado a Noriega como prisionero de guerra a principios de 1990, acusado de ser el narcotraficante más grande la historia. Sin embargo, William Pelham Barr de 70 años de edad, quien era en ese entonces fiscal general de los Estados Unidos, posición que ocupó, desde 1991 hasta 1993 bajo el gobierno de George H. W. Bush y ocupó hasta el años pasado el mismo puesto bajo el gobierno de Trump, no tenía ninguna prueba sólida contra Manuel Antonio Noriega Moreno, por lo cual, dos años más tarde, en 1992, la DEA y las autoridades judiciales, especialmente el Fiscal Barr, llegan a un oscuro y truculento acuerdo con Carlos Enrique Lehder Rivas, para que testificará en contra de Manuel Antonio Noriega Moreno, y a cambio de que lo implicara, según su necesidad, se le reduciría su cadena perpetua, más 135 años adicionales, a tan solo 55 años, oferta que Lehder no chistó en aceptar inmediatamente.
Según informaciones que, recogen los periódicos de hace 26 años atrás, Lehder escribió una carta de reclamación al juzgado federal del distrito de Jacksonville quejándose porque el gobierno no había cumplido el acuerdo de trasladarle a una prisión en Alemania.
Semanas después, de esa solicitud 1995, Lehder fue sacado en la noche de la prisión, según algunos testigos protegidos de Mesa Unit Arizona. Porque amenazó con revelar la verdad sobre la implicación que el gobierno había pactado con él para poder condenar a Noriega y revelaría además, todo lo que sabía de cómo la CIA y La DEA transportaban armas a la Contra nicaragüense y se llevaban para atrás, toneladas de cocaína que colocaban en el mercado norteamericano y con la cual el Coronel Oliver North y el Almirante John Poindexter financiaban estas guerrillas de extrema derecha y por la cual fueron juzgados y encontrados culpables por una Comisión Especial del Congreso de EE.UU.
El 22 de julio de 2005 apareció en la Corte de Apelaciones del Circuito 11 para rechazar su sentencia. Lehder se representó a sí mismo y alegó que los Estados Unidos no habían cumplido sus obligaciones en el acuerdo de cooperación entre él y la Oficina del Fiscal.
Tras las apelaciones fallidas, Lehder envió en el año 2016 una solicitud de clemencia al entonces presidente de Estados Unidos Barack Obama, en la que pedía que su condena de 55 años fuera reducida a 48, en virtud de la cooperación efectiva que le había brindado al sistema de justicia estadounidense.
Sin embargo, la solicitud fue negada y Lehder tuvo que cumplir su condena hasta el año 2020, saliendo en libertad el año pasado, el martes 16 de junio de hace un año y un mes atrás.
Dado que quien llegó al acuerdo con Lehder, es quien hasta hace poco, casi treinta años después, ocupó la misma posición, y frente a un eventual libro que el burlado amenazó con publicar, y habiendo cumplido dos terceras partes de su condena, conforme el acuerdo, según la ley penal vigente en el momento de su extradición el 16 junio de 2020, Lehder fue sacado de su celda y entregado a Alemania, con un pasaporte alemán provisional, dado que su padre era alemán.
Allí confirmó su hija, hace un año que está libre, pues no tiene cuentas pendientes con la justicia de ese país. Lehder está en Berlín, gracias a implicar a Noriega, conforme a pedido del Fiscal Barr, del cual la fiscalía no tenía ningún caso sólido del cual hacía alarde.
Por mucho tiempo, según los criterios morales básicos, la implicación que hiciere un convicto condenado a la muerte, o lo que es lo mismo, a cadena perpetua, más 135 años, no se tenía como una prueba surgida de una fuente confiable, más bien se estimaba como fruto del árbol envenenado y ausente de fuerza moral alguna, pero tal era el caso de Noriega, jurídicamente hablando que, el Fiscal Barr no tuvo otra alternativa que canjear la credibilidad y fortaleza del Sistema Judicial norteamericano a cambio de una declaración en la que, el que la ofrecía, tenía por motivación suprema, su propia libertad, para lo cual no ahorró ninguna implicación, por más inverosímil que pareciera.
Lehder, nunca conoció a Noriega, ni nunca lo trató o tuvo cerca de él, en ningún lugar, de modo que, su testimonio, el testimonio estrella del Fiscal Barr, estuvo lleno de frases “a mí me dijeron”, “me contaron”, pero en lo absoluto algo contundente, y está allí en los legajos de la historia de ese proceso, para su análisis y, ver con cuánta vesania y maldad nos traspasaron, cuánta atrocidad se cometió contra el pueblo panameño, en base a mentiras elaboradas como matrices que, sostenían el criterio del dominio geopolítico norteamericano, aunque destrozaran a nuestra patria, destrucción de la que después de treinta un años, aún la herida no ha sanado como algunos suponen, porque tan graves hechos, subyacen en un hondo escenario de injusticia insoluta.
¡Así de sencilla es la cosa!
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