Por. Gabriel García Márquez
“El rastro de tu sangre en la nieve” fue escrito en 1976, publicado el 6 de septiembre de 1981 en el periódico El Espectador e incluido, once años después, en el libro Doce cuentos peregrinos. El cuento relata la historia de Nena Daconte, una joven de familia pudiente, y Billy Sánchez de Ávila, un pandillero con distintos traumas familiares. Ambos habían estudiado juntos, pero su atracción comienza cuando Billy Sánchez asalta una caseta de mujeres en los balnearios de Marbella (en Cartagena de Indias) y la encuentra completamente desnuda. Tiempo después, la pareja establece un noviazgo desenfrenado, sincero, incluso contrariado, con algunos guiños a la relación no aprobada de Florentino Ariza con Fermina Daza. Acaban casándose y recorriendo Europa para la luna de miel. En ese viaje, Nena Daconte pincha su dedo con una rosa, haciéndose una herida que no para de sangrar. El lector asiste a la paulatina muerte de aquella mujer, desangrándose entre Madrid y París, mientras su marido realiza infructuosos esfuerzos por socorrerla.En este cuento, además del ámbito de la muerte, se puede experimentar el de la soledad, pues cuando Billy Sánchez lleva a su esposa al hospital, termina perdiéndose en la burocracia y las calles de París, sin que la vida le conceda la oportunidad de ver por última vez a Nena Daconte, viva o muerta.
Siguiendo a los visitantes, entró en el pabellón de mujeres. Vio una larga hilera de enfermas sentadas en las camas con el camisón de trapo del hospital, iluminadas por las luces grandes de las ventanas, y hasta pensó que todo aquello era más alegre de lo que se podía imaginar desde fuera. Llegó hasta el extremo del corredor, y luego lo recorrió de nuevo en sentido inverso, hasta convencerse de que ninguna de las enfermas era Nena Daconte. Luego recorrió otra vez la galería exterior mirando por la ventana de los pabellones masculinos, hasta que creyó reconocer al médico que buscaba.
Era él, en efecto. Estaba con otros médicos y varias enfermeras, examinando a un enfermo. Billy Sánchez entró en el pabellón, apartó a una de las enfermeras del grupo, y se paró frente al médico asiático, que estaba inclinado sobre el enfermo. Lo llamó. El médico levantó sus ojos desolados, pensó un instante, y entonces lo reconoció.
— ¿Pero dónde diablos se había metido usted? —dijo.
Billy Sánchez se quedó perplejo.
— En el hotel —dijo—. Aquí a la vuelta.
Entonces lo supo. Nena Daconte había muerto desangrada a las 7:10 de la noche del jueves 9 de enero, después de setenta horas de esfuerzos inútiles de los especialistas mejor calificados de Francia
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