Por: Dr. José R. Acevedo C.
En latinoamérica durante todo el periodo precolombino, antes de las fronteras artificiales que nos separan en países, abundan los reyes y las dinastías, formas de poder y control, semejantes a los reinos de mesopotamia, egipcio, griego, romano y europeo.La conquista europea no solo trajo pandemias, también sembró el mal de la avaricia, envidia y por supuesto la corrupción.
Nacemos y vivimos por un proceso natural de selección natural, entendido que nuestra genética es aleatoria. Es entre cientos de miles, que el espermatozoide más rápido es el que traspasa la membrana del óvulo y lo fecunda, muchas veces no es el más perfecto, ya que entre tantos es el que posee taras o enfermedades. En este sentido esta selección natural es producto del azar. Actualmente la genética es capaz de seleccionar al espermatozoide más sano y con ciertas cualidades analizadas científicamente, fecundando así seres humanos más sanos y muy cercano al concepto visual de la belleza. Hay que reconocer que este avance genético ahora tiene limitaciones éticas y legales temporales, puesto que mañana esta concepción sociológica puede cambiar.
Cuando nuestros pueblos fueron culturizados por los europeos, entendido este concepto como la traspolación de ideas, valores, costumbres, visión y formas de vida, semejantes a las de los conquistadores, pocas comunidades y pueblos originarios conservan su identidad milenaria, en la cual predominaba el bien de la colectividad y el rey o jefe tribal, se enfoca en ella, y donde ya el sometimiento a esa autoridad era aceptada con pasividad porque las condiciones de vida eran muy semejantes y la avaricia o la corrupción, eran términos y conductas desconocidas.
Conquistadores primero, criollos después y ahora gobernantes, se consideran ser fruto del espermatozoide más perfecto, herederos de imperios, dueños de los países y de su gente como de los recursos que deben ser destinados a favorecer a los más y no a pocos.
Vivo en el reino llamado Desdén, donde el rey o sus príncipes, señores feudales, disponen libremente de los bienes colectivos, ya dejando la opacidad, ahora abiertamente, porque nosotros sus súbditos, seguimos tan pasivos y tolerantes, como lo hicieron nuestros antepasados originarios ante sus gobernantes, con la diferencia que estos obedecían o concebían más el concepto del bien común.
A este reino algunos le llaman Congolandia, pero genéticamente es Desdén, porque la indiferencia y la pasividad de nosotros es simplemente surrealista. Cada quinquenio somos atracados, corrompidos ya no con espejos o telas, ahora con bolsas de comidas, arena, bloques, zinc, cemento, varillas de hierro y una que otra ayuda económica y seguimos votando por ellos. Este reino abúlico y sin conciencia colectiva, indiferente y pasivo, no termina de despertar, tomar conciencia de su igualdad ante los demás y defender sus derechos, sus bienes colectivos para destino público. Basta ya del saqueo constante y de la impunidad. En este reino llamado Desdén la justicia solo existe para el más débil.
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