Por Ramiro Guerra M.
Narrativa de un tiempo que dejó huellas en nuestra memoria.
De niño y entrando a la adolescencia, vi a centenares de porteños, reunirse en la estación del ferrocarril. Muchos a esperar algún familiar que venía de David, Progreso, Aserrrío y otros lugares. Pero tambien otros pendientes del ‘vagón repollero’.El vagón repollero era la parte del ferrocarril, que venía cargado de productos para la venta. Quesos, bienmesabes, gallinas, huevos, naranjas y otros productos. Puerto Armuelles en esa época era como el Portabelo de las ferias libres. Circulaba el dólar. Campesinos y pequeños agricultores, llegaban a Puerto Armuelles a vender sus productos.
Entre los vendedores, siempre destacó doña Brunilda Mendoza que, desde Concepción, se trasladaba a vender sus productos. Era mi abuelastra, la señora de mi abuelo Gertrudis. Con ella, además de los dieciseis hijos que tuvo con Delfina, .mi abuelo Gertrudis procreo otra camada de Morales, creo que cinco o seis.
A la abuelastra la recuerdo cargando un balde grande sobre la cabeza, lleno de productos como quesos, bienmesabe y además, algunos sacos que algún hijastro le ayudaba a cargar. Se alojaba en nuestra humilde casa.
La abuela Delfina nunca hizo problema el darle cobijo a quién la había reemplazado como señora del abuelo. La verdad nunca entendí esa relación o amistad. A nuestra abuela Delfina jamás la escuché referirse en malos términos o hablar mal de Brunilda. Inteligencia de gente sencilla y humilde, no comprometer a los hijos en pleitos o pugnas de parejas.
Mis tíos por lo lados de Mami, se llevaban bien con la abuelastra. Cuando murió, todos asistieron a su sepelio. He pensado que así era la gente de antes. Igual mi abuela quería mucho a Rafael, hijo de Brunilda y esta, por su parte, también quería mucho a mi madre Esther. Rafael un tipazo, cuando falleció su mamá, no dejó de visitar a Delfina.
Bueno volvamos al vagón repollero; era un eje del comercio de productos del campo. En la compañía frutera, también hubo un tren con un vagón, le llamaban el ‘machine day’. Recorría las fincas bananeras distribuyendo productos a los comisariatos que existían en las fincas. Para ese tiempo, hasta ese tipo de comercio era controlado por ‘la compañía’.
El repollero lo llevo en el recuerdo. Del tren o ferrocarril tengo buenos recuerdos. Muy pequeño, lo abordaba para vender los periódicos de la época, que me sobraban en los recorridos por los barrios en Armuelles. Mi tío Papi Morales, que era ponchador de boletos, constancia de que se había pagado el costo del pasaje, se enfadaba; no me decía nada, se quejaba ante Delfina. Nunca me llamó la atención.
En los tiempos de antes, los padres tempranamente y no siempre por necesidad, lo permitían como parte de la formación cristiana, «déjalo que sepa lo que es ganarse el pan con el sudor de su frente».
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