El Periódico de Panamá Revista de Análisis Político, Económico, Social y Cultural.
Por Alejandro Román
La corrupción ha llegado a niveles insostenibles de desvergüenza, descaro, maldad e impunidad, que ha malogrado nuestro presente de oportunidades, el de nuestras familias y el de nuestros amigos, a cambio del codicioso enriquecimiento de unos pocos. También ha hipotecado gran parte del futuro y la esperanza del país.
Ya no hay tiempo para titubeos, contemplaciones, cortejos o disquisiciones, que le hacen favor a la corrupción y al corrupto, frenando o desviando la lucha contra ellos. Es simple. La enfrentamos venga de donde venga, caiga quien caiga, o ella acaba con nosotros y el país; menos a la minoría que se beneficia. No hay de otra.
Aprovechemos el incipiente veranillo que se abre con los pasos iniciales en esa dirección más allá de la motivación coyuntural que pudiera haber en los responsables, para convertirlo en la temporada más crucial de nuestra contemporánea historia, en la que deberán enfrentar la justicia los corruptos, sin importar quien sea o su procedencia.
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