Hasta siempre querida madre.|

Con profundo dolor y tristeza, acabo de recibir la noticia que mi querida madre, ISABEL ESCUDERO DE RIVERA, acaba de fallecer en nuestra residencia en la ciudad de Panamá, hace poco más de una hora. Es un momento, por lo que significa, indescriptible y produce un llanto que no se expresa solo en lágrimas, si no, en un recorrido de recuerdos compartidos durante los setenta y seis años que he estado a su lado, recibiendo su inmenso amor por mi, sus seis hijos (as) y su gran legión de nietos y nietas.

Mamá, ha sido una mujer, realmente excepcional, en todos los aspectos de la vida de un ser humano. Acababa de cumplir 97 años de edad, el pasado 19 de noviembre y sufrió mucho, en los dos últimos meses, por lo que su deceso, que es la santa voluntad de Dios, es un acto que la premia con el descanso eterno.

Todo cuanto he logrado en la vida, llevara el impulso y las huellas de su amor, a quien quiso sin medida, desde que nací sietemesino, en nuestra querida isla de Taboga, junto a otro ser excepcional, como mi padre Eleazar, con quién está ahora, para siempre, disfrutando el inmenso amor que se profesan y que cultivaron por sus seis hijos. Los valores y principios morales, que me enseñaron desde niño, que he transmitido a mis hijos, son el resultado de esas enseñanzas de ambos. La humildad, la honestidad, la dignidad, el respeto por los seres humanos, el amor por la Patria, por la familia, el no amilanarse ante las dificultades por difíciles que fueran, el orgullo de proceder de un hogar pobre pero decente, el amor y el respeto a Dios. Todo ello, es un gran tesoro, una gran riqueza espiritual, que.nos legó nuestra madre y mi padre.

El padecer en estos momentos, en Cuba, los efectos de la pandemia de covid, me ha impedido estar a su lado para que hubiera fallecido en mis brazos. Ella me esperaba para darme un beso y un abrazo de despedida, empero, yo lo siento en cada poro de mi piel y siempre sentiré su presencia junto a mi, hasta que me corresponda transitar el largo camino por la Estigia, donde ella transita ahora, en búsqueda de la eterna felicidad y, donde quiero acompañarlos, a ambos (mis padres), algún día, si El Señor, me concede esa última gracia.

Mi Madre, realmente, no ha muerto ni morirá, porque «la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida», como sentenció el apóstol José Martí. Mi madre, en sus 97 años cumplió con creces la obra de la vida y como dice mi hijo Reynaldo Ascanio, ella está guardada para siempre en nuestras mentes y corazones.

Agradezco a todos los que ayudaron a mi madre en estos últimos años de su enfermedad, en especial en estás últimas semanas, muy en particular a Dina, la humilde mujer nicaragüense que fue su acompañante en los dos últimos años en que he estado fuera del país, empero, quiero expresarle a mi hija PERLAMAYA ISABEL, toda mi admiración, respeto y reconocimiento y amor, por la entrega total que ha tenido en el cuidado de su abuela, más que como una nieta, como una hija, como así lo reconoció su abuela. Ese es tu premio querida hija. Has demostrado, una vez más tu valor y tú maravilloso don de amor, con el que te ha premiado Dios.