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Hoy cumplo 79 años. Confieso también que, He vivido!

Reinaldo Rivera E.

Tengo mucho que agradecer a Dios y a mis queridos e inolvidables padres hoy. Arribo a 79 años. Se dice fácil pero no lo es, pero algo si es comprobable y verídico. Ha sido una vida intensa, llena de experiencias de toda naturaleza que me han hecho feliz.
Nací en la isla de Taboga, siendo sietemecino. No llegaba a tres libras de peso. Era tan pequeño me decían mis padres que cabía en una caja de zapatos. El parto de mi madre lo atendieron las vecinas. Ni siquiera una comadrona. No había en la isla una enfermera y por supuesto, .médico menos. El primer comentario de las que auxiliaron a mi joven madre de 20 años, en su tercer parto, era que a su primer varón, en unas horas, se lo cafetearían. Pero se equivocaron. Sobreviví.

A los dos meses de nacer, sufrí una bronquitis severa y me bautizaron en la centenaria iglesia de San José en la isla, con agua de socorro, es decir agua bendita de la piedra bautismal, sin sacerdotes, porque tampoco había. Mi padrino fue mi abuelo Horacio, un roble del trabajo y la decencia. Sobreviví, empero debí afrontar diez años de ataques de asma casi mensualmente.
La isla era como un macondo insular, pero le llamaban la isla de las flores, pero desde pequeño, fui alérgico al polen, pero amo intensamente la belleza de las flores y por ello, las cultivo aún, con amor y deleite sin igual. Mi madre me cuidaba con un esmero singular, y por años preparó brevajes de aceites, entre ellos, de tiburón, mezclados con miel de abeja, para desterrar el asma. Y lo logró. La amé intensamente, hasta que falleció a los 97 años. Cómo somos de longevos los que tenemos en las venas orgullosamente sangre india ngabe bugle de las serranías de Tolé en la provincia de Chiriquí. ,Qué orgulloso he estado siempre de serlo. Por eso desde niño he admirado siempre al Quibián, a París y a Urracá, algunos de nuestros caciques indígenas, que combatieron sin tregua ni temores la arrasadora y esquilmante conquista española. Por ello, sin duda, he sido rebelde, pero con causas y principios, desde niño.

A los ocho años, viviendo en La Chorrera, en 1953, leí la revista Bohemia, que registro el asalto al cuartel Moncada en Santiago de Cuba. Mi abnegado padre, un humilde carpintero de ribera, la compraba regularmente. Viendo las fotos impactante de los revolucionarios dirigidos por un líder irrepetible llamado Fidel Castro, muchos de los cuales fueron  asesinados, luego de ser apresados vivos, por los esbirros militares de un sanguinario dictador, aunque sin entender las razones o motivaciones políticas de aquel hecho en un país que no era el mío, desde esa incipiente edad aprendí a repudiar el poder de los dictadores, de los oligarcas y de los imperialistas. También, por lo  que ví en aquellas fotos y leí, desde que entré a los estudios de secundaria, en el Instituto Nacional, nuestro Nido de Águilas, a los once años, en mayo de 1957, aprendí el abecedario de la dignidad y del patriotismo, combatiendo las injusticias de una oligarquía sumisa, vende patria y obsecuente a los intereses colonialistas de Estados Unidos en Panamá que no solo se apropiaron de nuestro principal recurso natural nuestra posición geográfica,  si no también establecieron un  complejo militar de y para agresiones a los pueblos de la región americana. que no se sometían a sus intereses y designios imperiales. Por eso, aprendi a gritar y con fuerza, abajo el imperialismo yankee, un solo territorio, una sola bandera, yankee go home., Todavía  siento en mi cerebro y mi cuerpo, aunque golpeado por la artrosis de los años, la fuerza de aquel impetu juvenil de los que no tienen complicidad con el pasado, como decía José Ingenieros, porque los años pueden pasar e inclusive golpearnos en nuestra anatomía, pero los principios no envejecen. El espíritu y la voluntad de luchar contra las injusticias, la opresión, las humillaciones y la indignidad, debe acompañar a cada ser humano hasta el ultimo halito de vida. Eso es lo que he enseñado a mis ocho hijos, que son el tesoro de mi vida. Esto y los principios éticos de vivir con humildad, ser honestos, rechazar la corrupción , ser solidarios, amar y respetar la naturaleza, amar a Dios, son mi verdadero legado de vida, despreciando a los que se aprovechan de .los cargos públicos y la política, para enriquecerse ellos, sus familiares y su parentela inmediata. Cuantos los ha habido en Nuestra querida Panamá .

Como milité en la izquierda desde joven, siendo miembro de la Juventud del Partido del Pueblo, es decir del Partido Comunista, estaba fichado por las autoridades de la época. No podía trabajar en el gobierno, por lo que al cursar mi tercer año de estudios universitarios, con diecinueve años, entré a laborar en las oficinas del buffet jurídico del inolvidable profesor de derecho romano, Camilo O. Pérez, quien me dió las primeras enseñanzas jurídicas. Allí laboré cinco años. Luego lo hice en el recién instalado Banco de Santander, donde rechacé una buena oferta de ser banquero, porque siempre creí desde joven, que aquellos carecen de corazón, y no estaba equivocado del todo. No era lo mío.   Probablemente, hoy fuera rico en dinero, pero muy pobre en principios humanistas de solidaridad. El general Torrijos decía que algunos oligarcas, creo que casi todos, sólo creen en su caja registradora. Trabajé poco allí, para luego hacerlo por diez años, en la firma de abogados de mi amigo de la inolvidable calle 13, Emeterio Miller, tan pobre y humilde como Yo, otro de los de abajo, como decía Mariano Azuela, que se superó estudiando. Sólo la educación y la lucha por mejorías sociales y las desigualdades, nos liberan de las cadenas de la ignorancia, la esclavitud y la dependencia económica. Es como dijo Martí, a los mambises cubanos, ser cultos para ser libres. Con esta firma laboré diez años, hasta la criminal e injusta invasión norteamericana del 20 de diciembre de 1989 que me llevó al exilio en Cuba, por un poco más de dos años, dónde este pueblo hermano, que quiero tanto como el mío, me dió protección a mi y mi familia, con la solidaridad que solo este noble pueblo sabe hacerlo, en silencio, no dando lo que le sobra si no lo que le es vital. Nunca olvidaré esta etapa de mi vida. Difícil por estar alejado del terruño patrio, pero profundamente hermosa por las enseñanzas de este querido y fraterno pueblo de Martí y Fidel. Cuando regresé a la Patria de Ricardo Miró y Rubén Blades, donde es más brillante el sol y donde el concepto patria son muchas cosas,  trabajé incansablemente por más de catorce años en mi querido Partido Revolucionario Democrático, el verdaderamente torrijista, el de Ascanio, Gerardo, Rómulo y muchos otros, que no creímos ni practicamos el clientelismo electoral y la corrupción en los cargos públicos. En mi vida laboral lo hice en dos ocasiones en el Municipio de Panamá,, siempre atendiendo aspectos sociales y alcaldicios, tres veces embajador, una en Nicaragua, cuando estaba la guerra promovida por Reagan contra los Sandinistas y también en Cuba, cuando el general Torrijos me sugirió para este cargo, poco antes de su trágica y sospechosa muerte el 31 de julio de 1981. Ahora lo soy nuevamente cumpliéndose mi sueño de concluir mi vida como servidor público en esta responsabilidad diplomática, pero en Cuba, lo cual agradezco, al presidente Laurentino Cortizo Cohen. También laboré ocho años en mi querido e inolvidable Ministerio de Trabajo y Desarrollo Laboral, cuatro de los cuales lo hice como ministro, en las administraciones del dr. Ernesto Pérez Balladares y luego del licenciado Martín Torrijos Espino,  los que me permitieron desarrollar el concepto de una nueva cultura laboral, entendiendo que debe existir una simbiosis entre el trabajador y el empresario, es decir, conciliar el capital con el trabajo, pero con equilibrio, dialogo y respeto por los derechos y deberes de ambos sectores, en especial los que menos tienen, los trabajadores. La justicia es fundamental que impere, junto a la libertad, pero siempre con dignidad. Debe prevalecer siempre la definición  del jurista romano de la antigüedad, Justiniano, justicia es dar a cada uno lo que es suyo y como decía el conductor libertario de Méjico, don Benito Juárez, el respeto al derecho ajeno es la paz. Todo este esfuerzo de años de trabajo los he realizado solo obteniendo mi salario, sin pensar en enriquecerme en provecho propio a costa de los recursos públicos. No poseo bienes materiales, salvo un terrenito que compré en Volcán hace mas de cuarenta años y que un precarista de la región ocupa. No poseo acciones, fincas ni casas y mis ahorros no me alcanzarán por  mucho tiempo. Pero tengo dignidad y ocho queridos hijos, que he amado y amaré siempre, hasta el más allá. Y mis nietos. Qué feliz soy de que nadie pueda señalarme como un aprovechado de los cargos públicos que he ocupado. He practicado los principios que me enseñaron mis padres y mis maestros.

Ya a esta edad no  tiemblo ante nada ni ante nadie, solo ante Dios. Me siento orgulloso de haber sido y seguir siendo revolucionario. Hay razones para seguir siéndolo,  porque hay muchas cosas por cambiar. Hay que seguir luchando y orientando. Hay que rescatar el torrijismo  en nuestro pueblo y en nuestro partido. Desterrar a los fariseos del templo en que se han enquistado para sus beneficios personales y familiares.. Hay que seguir siendo revolucionarios. Hay que seguir teniendo sueños y esperanzas. Hay que seguir teniendo los sentimientos y el alma de los poetas.

He  vivido 79 años, no podré vivir muchos mas físicamente. Empero, en nuestros nietos e hijos seguiremos viviendo y seguiremos luchando,. en ellos, en sus manos, en sus corazones y sus mentes, seguirán las banderas de los principios y de la dignidad. Llegará el día en que partiremos definitivamente, pero nos quedará la satisfacción del deber cumplido y  saber que la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida, como sentenció el Apóstol José Martí.

la Habana, Cuba
8 de junio 2024 

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