Por: José Dídimo Escobar Samaniego
Abrumada por la presión de un Magistrado de la Corte Suprema, una juez civil de circuito del primer distrito judicial, Ana Isabel Terán, quien tenía una larga trayectoria en el Sistema judicial, se vió compelida a renunciar recientemente, toda vez que, no podía ejercer conforme lo establece la Constitución Política, es decir, con atributos como la independencia judicial de los jueces, sin la cual la justicia se convierte en una burla.Es lamentable que, la perturbación y la obstrucción de la buena administración de justicia en Panamá, se pueda dar por presiones de magistrados de la Corte, cuando ellos deben ser los primeros que deben enarbolar la independencia judicial y el fortalecimiento de la sana administración de justicia.
Algunos jueces que, resisten las llamadas o mensajes para que decidan en tal o cual dirección en determinados expedientes y bajo amenazas de expulsión del sistema, se enfrentan gallardamente a estos asquerosos métodos que, se siguen utilizando en detrimento de la administración de justicia, no obstante, tal es la presión y las amenazas que tienen que optar por salir abruptamente del sistema para poder evadir el comprometimiento y deterioro de su salud.
Uno de los casos conflictivos que, atendía la juez sexta de circuito es; el muy conocido proceso de Mueblería Unión y Financiera la única, donde el Magistrado de marras, ha desplegado sin mayor rubor, acciones antiprocesales, entre ellas, no separarse del conocimiento del caso, a pesar de innumerables recusaciones interpuestas en su contra, interferir en los jueces inferiores y además no ser juez, sino parte de ese proceso, llevándose por la banda las elementales garantías procesales y generando con ello desasosiego y violencia.
El proceso como institución, se sostiene en tres garantías fundamentales que son las siguientes:
1.- La independencia judicial
2.- La imparcialidad
3.- La Impartialidad
Un juez o magistrado que, atente contra uno de esos pilares, desvirtúa al proceso y hace ilusoria la paz pública, porque aniquila la justicia, de la cual surge la paz y el sosiego.
¡Así de sencilla es la cosa!
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