Por Ramiro Guerra M.
abogado Y Cientista Político
Aprovechando la oscuridad de la noche, saltó la cerca de la propiedad de alguien que no le faltaba que comer. Motivo de semejante acción, robarse una gallina.
En su casa de penca y zinc, lo esperaban su mujer y cinco hijos.
Otro parroquiano salió al monte, cazó una iguana. Estaba en la misma condiciones que el parroquiano de la gallina. Los ejemplos sobran.
Ambos son llevado a la justicia y penados con cárcel. Y peor hacen de esto hechos noticias sensacionalista de televisión.
Otros roban millones y la justicia no los alcanza. Y aunque lo alcance, las consecuencias no son las mismas.
En los casos arriba señalado, la condena es doble. El individuo va preso y además su familia queda sin que nadie le provea lo mínimo para comer y vivir.
Esa realidad me recuerda, cuando los muchachos entraban a la zona del canal, en el caso de Panamá, arrestado y llevado a un tribunal extranjero. En Puerto Armuelles, entrabamos a la zona y nuestros padres eran sancionados con multas por la autoridad administrativa.
No creo en esa fórmula, que en la medida que la pena sea más dura, el delito desaparece. La pena severa como mecanismo de persuasión para evitar la acción delictiva, es una mentira.
En el caso del hombre que roba una gallina o caza una iguana, la escala valorativa debe ser otra. Injusto el calificativo de delincuente.
Hemos ido moldeando una sociedad del linchamiento, del ojo por ojo y diente por diente. La justicia penal, se ha deshumanizado.
Hemos formado fiscales y jueces tiranos, donde la condena es un trofeo de una justicia que se asemeja a una guerra. Mandar a la cárcel, la consideran una victoria y un trofeo más.
Tengo la impresión que, el debido proceso, una institución fundamental del juzgamiento penal, ha venido siendo objeto de una relativa eficacia.
14-2-2024
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