Por: José Dídimo Escobar Samaniego
En el discurso de siempre, se ha dicho y no es mentira que; el recurso más importante para la empresa, es el humano, el cual transforma y agrega valor. No se conoce la empresa que produzca sola, y que no requiera del trabajo humano, por lo tanto, la situación del futuro en el mundo y Panamá, requerirá de cómo los panameños y el resto de la humanidad, nos preparemos para abordar, en su momento, todas las actividades que produzcan una economía sana y productiva, en el más corto plazo posible y poder sostenernos con la mayor dignidad, sin que tengamos que recurrir a la hipoteca del futuro de las generaciones que han de venir.
Panamá, ni el mundo, podrán ser iguales después de esta Pandemia y de la guerra que pareciera está por concluir con un acuerdo que pudo darse antes de toda esta circunstancia, que vino a enrostrarnos en la cara, lo vulnerable que somos todos, a demostrarnos que la Fe de una nación y de las personas sí es importante, y que no cabe albergar la laxitud con la corrupción y la vileza, porque ellas un día, nos exponen a la desnudez y a la precariedad general, donde nadie está exento de la vergüenza y deshonra.
Recientemente sin embargo, la embajada de Estados Unidos de Norteamérica, en forma absolutamente irrespetuosa, entrometiéndose en los asuntos internos del país, por intermedio de un encargado de negocios, que desde hace cuatro años, no hay embajador titular, lo que supone claramente la poca importancia que se nos adscribe, ejerciendo facultades y competencias exclusivas de nuestro Ministerio Fiscal y nuestro Órgano judicial, han comunicado profusamente que pagan millones de dólares en recompensa a quienes le entreguen información sobre vínculos de corrupción de personas nacionales. Algunos panameños, quizás decepcionados de la falta de justicia en el país se alegran de tal intromisión, pero nosotros, aunque lamentamos esa penosa condición, tampoco aplaudimos el ejercicio lacerante contra nuestra soberanía y el atropello y debilitamiento aún más, de nuestras instituciones nacionales.
Lo más lamentable es que, ante tales impresentables hechos, nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores no llama la atención a este proceder grosero e irrespetuoso de la citada embajada y del gobierno de USA y su silencio se vuelve cómplice con esta inmerecida humillación.
Que el país, no solo lo componen edificaciones hermosas y gigantescas pero inanimadas, sino, y ante todo, gente sencilla y capaz de someterse, casi todas, con gran disciplina, prestas a sacrificarse en lo necesario, para poder garantizar un mañana digno para todos, pero donde es imprescindible el honor, el decoro y la dignidad como adorno fundamental, del cual en el pasado con Omar Torrijos, lo tuvimos como cosa preciada.
Lo he escrito en otras ocasiones que; si podemos esperar generosidad, ella solo proviene de los sectores más humildes, que son los más desprendidos, en donde reside y hasta retoza.
Recuperaremos nuestra economía, pero también nuestra dignidad y con seguridad sé que, no pondremos en el futuro, todos los huevos en una misma chácara, que será diversificada y valoraremos más a los sectores productivos, antes que a los que se enriquecen a través de la especulación o negocios chanchulleros, y luego exigen el más alto reconocimiento, por causa de las fortunas habidas por la corrupción y la vileza.
No tengo ninguna duda que, con la Ayuda de nuestro Señor, del horno en donde estamos, saldremos fortalecidos y purificados y podremos hablar de una sociedad solidaria y de un Estado nuevo que reconozca el valor de las personas, por encima del valor de las cosas.
He aquí, una de las grandes lecciones de la actual crisis, que no podemos darnos el lujo de desdeñar.
¡Así de sencilla es la cosa!
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