Por: Pedro Rivera
El debate cotidiano sobre los problemas sociales en el nivel supraestructural, ámbito propiamente humano, es entretenido, enriquecedor, inteligente, imaginativo, creativo, artístico, ingenioso, bien y mal intencionado, incendiarios legalista, ético y, sin duda, conduce a soluciones generalmente transitorias, ¡eureka!, a las que se llega por un camino largo, a veces dolorosamente largo, bombas lacrimógenas y matazones incluidas.Las soluciones siempre llegan cuando se descubre o intuye que las raíces de los problemas de la sociedad son estructurales y que se resolverían, tal vez no en forma tan fácil porque la supraestructura [la morada de los hombres] está preñada de intereses creados, instintos, emociones y egoísmos consubstanciales a la naturaleza humana.
¿No sería mejor ir sin pérdida de tiempo a la cepa de los problemas, enfocarse en cambiar las estructuras [es decir, las relaciones de producción] e influir por vía de educación [es decir, la cultura] sobre la infraestructura [es decir, la naturaleza humana]?
En otras palabras, los problemas sociales se resolverían rápidamente y con menos traumas si se enfrentaran las causas reales, las de fondo, las que pocos ven, y no las consecuencias.
O, como es de conocimiento de todo el mundo, “la fiebre no está en las sábanas sino en el cuerpo”.
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