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La Luz y las tinieblas |

 


Por: José Dídimo Escobar Samaniego

Las tinieblas no buscan la luz, para que no sean conocidas y expuestas sus vergüenzas y maldades. Lejos está que se acerquen, más bien, huyen despavoridas a la luz.

Definitivamente que ninguna comunión tienen la luz con las tinieblas.

Entre las tinieblas, se cuecen truculencias, las maldades inimaginables que corrompen y hacen que el ambiente se enrarezca.

Hemos estado mucho tiempo entre lo siniestro, tenebroso y oscuro. Y como que nos hemos acostumbrado a estar entre el estercolero. Hay quienes tratan incluso de advertir, sin fundamento por supuesto, de que, es hasta virtuoso, todo aquello. No obstante, ha llegado la hora de buscar la luz.

En la oscuridad, no sigamos tropezando, porque ciertamente hemos perdido el equilibrio y a punto de caer estamos.

Hemos sido llamados a establecer las debidas diferencias. Porque ¿qué asociación tienen la justicia y la iniquidad?

Los que se deleitaron haciendo mal, los que le dieron rienda suelta a la avaricia y al egoísmo, hoy tienen muchas cosas mal habidas que no les causan alegría y paz, sino angustia y aunque nadie los persiga, huyen y saben en su interior que el mal que hicieron los perseguirá. No obstante, estos hechos muy penosos, parecen no amilanar a quienes aún insisten en enriquecerse con la desgracia ajena, que como sabemos tarde o temprano también los visitará a ellos.

La vida humana no consiste en los bienes materiales que se puedan atesorar, por ello, a pesar de pasar la vida hurtando y atesorando, acumulan cosas que no pueden disfrutar, cosas que no trascienden y que seguramente a otros, que les tocan nada ni tienen relación alguna, terminarán deleitándose, porque al final acumulan afanosamente para otros.

Sin embargo, escrito está que: “Y este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, pues sus acciones eran malas.”

Apartémonos del mal y revirtamos nuestro andar por las tinieblas y empecemos a Amar y valorar más a la Luz que a la oscuridad.

Ha llegado, en medio de la tragedia de la pandemia, ese tiempo maravilloso de cambiar nuestro destino, empezando por cambiar nuestro interior y nuestra individualidad, porque el todo, no es más que, la suma de nuestras individualidades y nuestras particularidades. Desde nosotros, tenemos el imperativo de reconfigurar una sociedad más justa en donde millones se mueren de hambre, mientras que pocos se mueren de indigestión, porque se apropian de lo que les corresponde, a los sufridos y menesterosos.

Es el tiempo de nuestro aporte para instaurar la Justicia, para producir el Gran Cambio que buscamos, que traerá la Paz y el sosiego que anhelamos.

¡Así de sencilla es la cosa!

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