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La realidad del Panamá de hoy.

Por: José Dídimo Escobar Samaniego

 

A falta de ideas, de plataforma ideológica, de proyecto político nacional de rescate del país y sus instituciones, han hablado las carteras y las chequeras o en su defecto, la promesa de ponerle “chen chen” en el bolsillo a los panameños. Cientos de millones de dólares consumidos por una verdadera mafia a través de una descentralización paralela y otras bellezas que hacen fétido el trascurrir del estado institucional moribundo de la nación. No importa, en ese escenario, la virtud. Las personas son vueltas mercancías y se compran y se venden y lo único que determina el resultado de la operación, es el precio. Un mercado insólito y perverso, donde el decoro, la dignidad y la decencia no representan ningún valor o algo que resulta incómodo y que debe ser opacado y hasta desterrado de este ambiente caligulesco.

No hay liderazgo claro en el país, porque el mismo, no se obtiene tan solo con el acceso al gobierno y menos si, el resultado electoral deja expuesta una carencia de auténtica legitimidad para ejercer gobernanza y se agudiza el asunto cuando se constituye un gabinete especialmente cargado con tecnócratas venidos de un solo sector, el empresarial.

No hay explicación de los hechos y mucho menos se comparte un plan acerca del camino que hemos de transitar para salir del atolladero sin que expongamos las partes pudendas de la dignidad nacional, porque no puede haber contradicción entre quienes comen en el mismo plato, aunque sean dosis desiguales, cuando personajes vinculados a la rapiña y a la corrupción pasada e inmediata, son parte de ese equipo y el estilo de mando ahora ha dicho; ante las grandes protestas por nombramientos ampliamente cuestionados que, el que manda es el presidente, parodiando tal vez (L’État, c’est moi) proclamada por Luis XIV de Francia el 13 de abril de 1655 ante el Parlamento de París.

Parece tan difícil asumir una conducta sensata que nos devuelva el hilo conductor hacia la confianza de nuestro pueblo.

La clase política ha tocado fondo. Es imposible bajar más hondo de donde estamos. Pero insisten en blindarse y en confrontar al país entero para mantener el régimen de privilegios y canonjías que les impide a los panameños poder acceder a mejores días. Se han convertido en un verdadero estorbo, en vez de lo que deberían ser, los grandes reproductores de los valores y las instituciones democráticas. Pero es sabido que nadie puede dar lo que no tiene.

La única esperanza que aún nos queda, proviene de lo más sano y no contaminado de nuestra juventud, de los campesinos, originarios, gente humilde que preservó el honor patrio, profesionales y el pueblo que obligan a abrevar en nuestras fuentes originales, que fueron extraviadas desde hace mucho rato y que procuraban la perfección de nuestro estado y la consecuente dignidad nacional, construida con la justicia, que es el camino para estructurar una sociedad adornada por la paz y la concordia.

El país agoniza, sus instituciones se tambalean, el Estado está moribundo.

Ojalá esta crisis terrible, sirva para limpiar al país, para definir con la mayor responsabilidad su reconstrucción con aplomo y entereza, retomar la senda antigua y verdadera y salir de las fuerzas, el modelo neoliberal perverso y las estructuras que nos lastran y que nos impiden, por sus oscuros y ávaros pactos, convertirnos en un país próspero y respetuoso de la existencia humana digna, porque es absolutamente impresentable que Panamá, siendo un país rico, más de la mitad de sus ciudadanos, se baten entre la pobreza, azotados por la tempestad de una desigualdad que nos debe avergonzar.

La genuflexión no es el camino

Desde la invasión militar norteamericana del 20 de diciembre de 1989, lo que ha sobrado desde entonces, es la intromisión abierta y deliberada de las autoridades de USA en Panamá. Iniciando en 1990, cuando este mismo medio, El Periódico, daba cuenta que, en cada despacho mandaba un gringo, hasta ahora que, por un lado la embajadora y la General jefa del Comando Sur, parecieran ser las conductoras del país, opinan y se entrometen hasta en temas pueriles y por si fuera poco, desde hace treinta y cuatro años, muy pocos representantes del país, han sido los que han sabido defender la dignidad nacional de algún modo, porque lo que ha habido es casi una competencia a ver quien se arrastra más y quien gana el concurso de genuflexión. No se trata de ser enemigos de las autoridades norteamericanas, y mucho menos del pueblo norteamericano, el cual también sufre de mucha falta de libertad, de esa que tanto se predica, pero es imposible intentar ser amigo cuando USA lo que busca son lambones, porque lo que pretende es obediencia ciega y defensa de sus intereses hegemónicos que, el país nuestro continúe arrodillándose al poder que ellos representan, a costa del abandono de los intereses nacionales nuestros y especialmente de nuestra dignidad nacional.

El caótico y dramático momento histórico por el cual atravesamos y en donde cada quien, por sus actos, se promueve o se auto descalifica, abre en la coyuntura histórica, la oportunidad al gobierno recién estrenado de, no desaprovechar la oportunidad para devolver la confianza y sobre todo, conducir a la nación sin arbitrariedad, sin soberbia e ínfulas de altivez. El pueblo espera de quienes tienen el mandato, sensatez, que no vengan como absolutos a imponer sus criterios y caprichos, sino a hacer el trabajo de consultar con humildad y sabiduría a todos los panameños y logrado el consenso nacional, avancemos, porque alguien sabio bien decía que; “es mejor avanzar un milímetro en la dirección correcta, antes que miles de kilómetros en la dirección contraria”.

Que el Señor Jesucristo nos ayude a cruzar este mar de agonía en que vivimos los patriotas panameños y nos abra las alamedas donde puedan caminar nuestros hijos, nietos y generaciones venideras con la frente en alto.

¡Así de sencilla es la cosa!

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El Periódico de Panamá. Revista de Análisis, Político, Económico, Social y Cultural.

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