Despertaba el día,
y, a su albor primero,
con sus mil ruidos
despertaba el pueblo (…)
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!
Adolfo Bécquer
Por: Ela Urriola
Desde que dejamos de defender a Panamá de los gringos, la cuestión ha sido defenderla de nosotros mismos: los gobiernos de turno manejaron las áreas revertidas como una inmobiliaria o las regalaron como canastitas de cumpleaños a sus amigos y amiguitas; promovieron la rebatiña de nuestros recursos naturales al mejor postor; permitieron la construcción de centros comerciales en nichos históricos, e hicieron de la diplomacia una farsa donde confluyen las mismas familias, los mismos socios y los mismos ineptos. A pesar de los supuestos avances en justicia, andan libres como el viento y figurando airosos en titulares para campañas, los responsables de gastarse el dinero destinado a la compra de medicamentos, la construcción de hospitales, la protección de los niños y niñas víctimas de la violencia; se esfuma el dinero destinado al sistema de salud, la educación, las jubilaciones y la fuerza productiva de este país.
Pero el dinero no es lo único que desaparece en Panamá. Hoy 2 de noviembre, una desaparición resulta escandalosa: un funcionario, no el presidente ni el vicepresidente, entrega la ofrenda a los héroes de la patria; sin explicaciones, el otrora ritual patriótico se lleva a cabo con la misma diligencia y silencio con el que se realiza un trámite burocrático más, un evento gris y anónimo, instantáneo o, como describiera lúcidamente un comentarista en la televisión: «El acto duró menos que un anuncio publicitario».
Los versos de Bécquer que figuran al inicio de este escrito nos llaman la atención sobre la soledad de los muertos, que en el escenario actual serían los mártires de nuestra nación; pero, más allá de la poesía, se impone la ignominia: no cabe duda que a quienes nos gobiernan no les interesa la historia, ni quienes derramaron su sangre por esta nación. Con cada minuto que pasa, reafirman su indiferencia también por los vivos.
El mutismo del gobierno, la irresponsabilidad de la Asamblea y la dilatación de la única salida para esta crisis (el fallo de inconstitucionalidad por la Corte) resultan el combustible perfecto para una tragedia, tan grande como la complicidad en la venta de la patria, y es que en estos momentos se libra una batalla ciudadana, porque el desabastecimiento y la zozobra crecen con cada día que transcurre. ¡El desacierto en las actuaciones de los diputados, la sospechosa desaparición del presidente y el vicepresidente son el detonante para una fábrica de mártires!
Dejen de reprimir a las manifestaciones pacíficas, permitan que la Corte se manifieste y no enmarañen inútilmente la paciencia ciudadana para lograr la paz que necesitamos, sin violencia y sin víctimas, o es que ¿no les bastan los héroes que entregaron su vida por la patria? ¿No pesan los muertos de nuestra historia, llena de vicios y filibusteros?
Señor presidente, señores diputados y magistrados de la Corte, no se equivoquen: nuestros mártires no están solos, aunque ustedes los hayan olvidado. Las calles desbordadas de patria y juventud nos recuerdan la historia, pero sobre todo, son la garantía de un mejor mañana.
La autora es Escritora, profesora y Presidente de la Red de Mujeres Filósofas de Panamá
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