Por: Ramiro Guerra.
Jurista, escritor y cientista político.
Antonio Gramsci, escribió, que la verdad es revolucionaria. Por más obstáculos que se lo oponga, sale a relucir.
Algunos parafraseando a científicos, escribirían, la verdad es como una fuerza productiva, que termina desnudando edificios de relaciones políticas y sociales, construidos con cementeras de falsedades, deseos o escenarios virtuales.
Venezuela retrata el fenómeno de una seudo realidad, virtual, trabajada en los centros de poder de la derecha y ultraderecha internacional.
Cada día que pasa, la mentira se hace agua y sale a relucir, que la derrota de la oposición de derecha y su tutor, Estados Unidos, lo mismos que sus aliados en Latinoamérica, fue un hecho real.
La convocatoria de estas fuerzas, al mejor estilo de Pompeya, de incendiar Caracas, cayó en el vacío.
El discurso de la paz, del diálogo, ganó terreno de aceptabilidad, entre la propia oposición.
Hay indicios, que más pronto que tarde, veremos a los adversarios del socialismo democrático y boliviano, sacarse las mugres entre ellos.
Me duele por mi Panamá, que fue obligada a sumarse y tomar partido, por los grupos de derecha en Venezuela. No había necesidad de quedar enredado en las patas de semejante perfidia orquestada por los Estados Unidos.
Cada vez, que funcionarios del nivel de la general del Comando Sur, Laura Richardson o del sr. Antony Blinken, se pasa por la presidencia de Panamá, bajo sus brazos, traen medidas y recetas, que obligatoriamente debe adoptar Panamá. Sus últimas visitas, la misión asignada por parte de Panamá y su gobierno, convocar a los 17 países que estaban de acuerdo en calificar de fraude las elecciones en Venezuela y según la convocatoria, adoptar otras medidas sancionatorias contra el gobierno de Venezuela.
Como lo escribí, Panamá pierde mucho, por estar interviniendo en asuntos de otros países.
Potencias regionales, como Brasil, Méjico y muchos otros, nos miran como si nosotros fuéramos una base o un protectorado de los Estados Unidos.
La liberación nacional, de romper con el enclave, costó vidas y décadas de lucha. Hoy, el tiempo da cuenta que hemos dado un salto hacía atrás. La oligarquía, ha tenido éxito en recuperar el poder del estado.
Existe todo un proceso, de borrar de la memoria, el sentido de identidad nacional.
Poco a poco, veremos cómo ese castillo de naipes de las mentiras, en Venezuela, tiende a derrumbarse.
Ojalá, el gobierno de Panamá, vuelva sobre la sensatez y cero compromisos con agendas intervencionistas.
Dios bendiga la patria.
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