Por: José Dídimo Escobar Samaniego
La corrupción se alimenta esencialmente de falta de educación en valores que, sustenten los principios fundamentales que edifican a una sociedad.La falta de conciencia social, carencia de educación o de una cultura de compromiso, paradigmas negativos y distorsionados, son los fundamentos en los que crece libertinamente la corrupción.
La ignorancia permite que la confusión se arraigue y es lo que los perversos requieren para envilecer a todos y de esa manera no poder ser juzgados moralmente, dado que se pasean orondos con un “éxito” que se lo enrostran a todos, y quienes son víctimas quedan reconociendo a sus victimarios como héroes.
La corrupción es un sistema perverso como complejo y que se reproduce producto del envilecimiento colectivo. Así la juventud, por ejemplo, deja de darle valor al trabajo como vehículo de superación y promoción socio económica, pues participar de actos delictivos pueden proveer los recursos necesarios para tener a corta edad lo debe ser el resultado acumulado de un trabajo tesonero. He allí el éxito de las organizaciones delictivas como las pandillas que, han devenido en organizaciones complejas que le hacen el trabajo a organizaciones superiores del narcotráfico y el lavo de capital que, se mueven en los más altos estratos sociales, políticos y que poseen estructuras comerciales y financieras complejísimas, tanto como diversificadas.
La principal víctima de la corrupción son los jóvenes y los sectores menos favorecidos del país, que deben vivir al margen del desarrollo económico y social y consumir sus vidas con carencias extremas de recursos que, le son robados por esas complejas estructuras del crimen que atracan al erario público y distorsionan la forma de vida decente y honorable al que tienen legítimo derecho.
A la reproducción de los valores de la corrupción, contribuyen decisivamente los medios de comunicación que transmiten a todos, valores distorsionados en este tiempo de tribulación.
Estamos viviendo el tiempo profético del que hablaba el Profeta Isaías y también nos vendrán las respectivas consecuencias: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!”
¡Por un país decente y una patria para todos!
¡Así de sencilla es la cosa!
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