(Del Libro de Eclesiastés, escrito por el Rey Salomón)
También noté que, bajo el sol, la maldad está presente en el juzgado. Sí, ¡hasta en los tribunales de justicia hay corrupción! Me dije: «A su debido tiempo, Dios juzgará a todos, tanto a los malos como a los buenos, por cada cosa que hayan hecho».
También reflexioné acerca de la condición humana, sobre cómo Dios les hace ver a los seres humanos que son como los animales. Pues tanto las personas como los animales tienen el mismo destino: ambos respiran y ambos mueren. Así que las personas no tienen una verdadera ventaja sobre los animales. ¡Qué absurdo! Ambos terminan en el mismo lugar: del polvo vienen y al polvo vuelven. Pues, ¿quién puede demostrar que el espíritu humano va hacia arriba y el espíritu de los animales desciende al fondo de la tierra? Entonces me di cuenta de que no hay nada mejor para la gente que ser feliz con su trabajo. Ese es nuestro destino, y nadie nos puede traer de regreso para ver qué pasa después de que hayamos muerto.
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