Lecciones no aprendidas.|

 

Por: Jaime Flores Cedeño

La retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán ha dado un mensaje a nivel internacional sobre la debilidad de una Nación imperial que, a pesar de contar con toda la tecnología de guerra, no pudo vencer a los grupos insurgentes que por espacio de casi 20 años se enfrentaron al ejército invasor.

Esta derrota de los Estados Unidos, es similar a la de Vietnam, en cuanto a destrucción, pérdidas humanas y daños a la economía. Amnistía Internacional ha señalado, que en los 19 años y seis meses de guerra “han causado más de 150.000 muertos -casi 60.000 serían militares y policías afganos- y 1,2 millones de personas desplazadas. En 2019, la ONU señaló que más de 38.000 muertos habrían sido civiles afganos. Más de 400 trabajadores humanitarios y 54  periodistas han sido asesinados en ese período”.

A esta cifra debemos sumar los casi 3 mil soldados estadounidenses muertos, en su mayoría gente joven que jamás habían salido de su país y de origen humilde. En total, se calcula que fueron 100.000 soldados y 35.000 contratistas (mercenarios) estadounidenses, la fuerza de ocupación.

La invasión se produjo tras los atentados a las torres gemelas en el año 2001. En ese entonces, el gobierno de George W. Bush, ante la presión interna e internacional enfiló sus miradas hacia Afganistán con la intención de perseguir a los posibles causantes del hecho. La guerra se intensificó con el paso de los años y las noticias procedentes de este país eran cada vez más desalentadoras para los invasores. Todo ello, llevó a que el actual presidente de los USA, Joe Biden, no le quedara más alternativa que ordenar el retiro de las tropas, situación que dio impulsó a los Talibanes para arreciar su ofensiva, al punto que ya han tomado la capital de Kabul.

Analistas internacionales apuntan que, los Estados Unidos tomó como pretexto la crisis generada en el 2001, para invadir Afganistán, la cual ocupa una posición estratégica en Medio Oriente y que posee recursos naturales y minerales que han sido codiciados por otras potencias a lo largo de siglos.

Los USA dentro de su desarrollo industrial trazaron desde el siglo XIX, una ruta imperialista de invasiones e intervenciones en todo el planeta con el fin de fortalecer su economía. Arropados bajo posturas racistas del “Destino Manifiesto” y un falso sentido de democracia, procedieron a saquear los recursos de los países provocando miseria y desolación.

Simón Bolívar vio muy temprano estas inclinaciones imperiales en el continente, cuando manifestó en 1829, que: “Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad”.

En el caso concreto de Afganistán, a parte de su posición estratégica territorial, posee recursos codiciados por las élites empresariales de los USA, como: hierro, cobre, gas natural, petróleo, tierras raras, litio, oro, carbón, potasio, aluminio, uranio o piedras preciosas, por mencionar solo algunos.

Los Estados Unidos se presentan hoy ante el mundo como una Nación derrotada en Afganistán. En tal sentido, no pudo todo su arsenal multimillonario con las montañas, el desierto, el clima y la voluntad de una población que, sin temor a la superioridad bélica, supo hacerles frente a los invasores, al igual que lo han hecho otros pueblos del mundo.

Hoy, los estadounidenses que pagan elevados impuestos y se ven subsumidos en una crisis económica profundizada con la pandemia, se preguntan ¿si valió la pena tantos muertos, caos y destrucción?, la respuesta de la mayoría es que no.

La lección está dada, ya que, ni las armas, ni toda la tecnología de guerra, pueden con la voluntad de aquellos pueblos que no están dispuestos a ser dominados y ultrajados por tropas invasoras. Lo sucedido en Afganistán dará mucho de qué hablar en los próximos años y décadas. Esto no retrocederá la política imperialista de los USA, pero será un ejemplo de inspiración y combatividad para las naciones del mundo que luchan por el derecho a su libertad, independencia y autonomía territorial.

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