leyenda De Un Pobre.

 

narrativa Corta.

 

Por Ramiro Guerra.

 

En un cuartito que se parecía a un mundo de terror, vivía “Cuecha”, sobrenombre que nosotros adolescentes le habíamos puesto, a míster Josep Douglas, que se hizo viejo laborando para la United Brand Company (chiquita banana).

En no pocas ocasiones, interrumpimos en su cuarto. Sillas de mimbres de viejos tiempos que se fueron y que no volverán.

Fue en esa incursión, que descubrimos, que el señor Douglas, siempre su piel, además de ser negro venido de Jamaica, su piel exponía un negro carbón. Resultó que, en su cuarto, por cierto, pequeñísimo, se dedicaba a producir carbón.

Gritarle Cuecha, nos ponía a correr. Era como mentarle la madre. A su edad avanzada, corría como una gacela. Esa destreza la ganó cuando laboraba como celador en la zona de la compañía. Todo aquél que osara entrar a ese sitio de ejecutivos y gringos a buscar mangos, era perseguido como un delincuente.

En una ocasión pudo más su velocidad que la mía de joven. Me agarró y cuando se disponía a agredirme, de repente salió Delfina, mami, mi abuela con machete en mano y el susto de Cuecha, fue tan grande, que salió despavorido.

Desde entonces, míster Josep, me dio licencia para gritarle Cuecha.

Ahora que traigo a la memoria al señor Douglas, me viene a la memoria, la sra. Hortilia Wrong Looney. Vendía carbón. Vivía sola en un cuarto de un barracón en Silver City.

Cuando murió a causa de un fuego en su cuarto, las autoridades se llevaron una sorpresa; el colchón donde dormía, estaba lleno de dinero. Había acumulado, vendiendo carbón, para aquellos tiempos una fortuna. No dejó herederos.

La vida suele ser ingrata; cuando cuecha murió, del que se decía no haber tenido descendencia, se aparecieron no menos de tres hijos, para reclamar la herencia. Solo pudieron llevarse las sillas mecedoras de mimbre, que tal vez por su antigüedad, algún museo le pagaría un buen dinero.

Nota: Lo narrado fue real

EN MEMORIA DE CUECHA.

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