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Los extremos del rechazo o negación de la aculturación.|

Por: Dr. José R. Acevedo C.

Este 12 de octubre es conocido como el día de la hispanidad. Para una importante categoría de intelectuales, historiadores y antropólogos, a partir del 12 de octubre de 1492, empezó un genocidio de los pueblos originarios de Latinoamérica, que se extendió hasta el siglo XIX. Otro grupo importante lo valora como una invasión europea y niegan, cuestionan la frase «el descubrimiento de América».

Es innegable que antes de la llegada europea al continente, especialmente los denominados conquistadores españoles, habitaban civilizaciones con un alto grado de desarrollo arquitectónico, en la agricultura, metalurgia, astronomía, religión y las relaciones intersociales, no eran tan complejas, ya que no existía el concepto de la propiedad privada, ni la envidia exacerbada.

La aculturación en sociología y antropología, significa la absorción de culturas, una sobre otras, lo que en el largo proceso de desarrollo de todas las civilizaciones conocidas ha ocurrido. A la fecha solo los Centineles y algunas, muy escasas tribus en el amazonas y Nueva Guinea, mantienen intacto su genética, costumbres y forma de vida colectiva.

Si hay algo constante en el desarrollo de la humanidad es precisamente el proceso de aculturación, casi siempre precedido de violencia, conquista, sumisión, esclavitud, vasallaje, batallas recurrentes, asimilación cultural por el vencido y exportación cultural por el vencedor o conquistador y por supuesto, la mezcla genética y cultural.

Todas las civilizaciones han padecido y transitado el proceso de aculturación. Los sumerios sucumbieron a persas, los fenicios a griegos y otros pueblos del mar, los griegos ante los espartanos, luego todos estos ante los romanos, los cartagineses ante romanos, los vikingos sobre galos e ingleses, las tribus germánicas llegan hasta la galia hispana, los árabes conquistaron medio oriente y extienden su dominio en casi toda España, los mongoles sometieron a los imperios romanos y chinos, las dinastías chinas sometieron a otras, los mexicas sucumbieron ante los toltecas, los incas sometieron una alta extensión de civilizaciones, etc. La historia de la humanidad tiene como constante la aculturación. Este proceso naturalmente humano y social, ha desaparecido tradiciones, civilizaciones, culturas y a su vez ha generado otros valores y de a poco el desarrollo de la humanidad. Sin la filosofía china, griega, romana, la astronomía egipcia, la matemática árabe, las conquistas alejandrinas hasta la india, las leyes antiguas, la extensión del cristianismo, y otros elementos de aculturación ¿qué seríamos hoy? Seguramente los creyentes en nuestro continente adoraríamos al Sol, Quetzalcoatl, en Europa a los dioses griegos o romanos o los denominados dioses paganos.

Estamos llegando a absurdos extremistas, por un lado los llamados nacionalistas arremeten contra monumentos históricos que dicen ser ofensivos a la nacionalidad y una afrenta inaceptable al genocidio invasivo y por otro lado, están quienes quieren polarizar los extremos resaltando la aculturación conociendo la sensibilidad social en Latinoamérica sobre este tema de la denomina conquista española, portuguesa, inglesa, francesa y holandesa. Los dos tienen razón a medias. Es que ensalzar los ánimos nacionalistas y provocarlos no tiene sentido. Ya somos legado de ese proceso de aculturización, de tal manera que nuestros genes son blancos hispánicos, negros, chinos y otros. Los creyentes no van a renunciar a Jesús. Los monumentos son producto de esa evolución social de la aculturación. Muchas ruinas hispánicas son patrimonio nacional, al igual que los legados colombianos. No podemos renunciar a lo que somos en la actualidad, como tampoco llevar a cabo un proceso destructivo de herencia cultural que nos identifica como seres de ese proceso y de igual manera tenemos el derecho a renegar y denunciar el genocidio indígena, pero, aun así, ¿cuántos de nosotros tenemos genes puros prehispánicos?, ni siquiera con una diálisis podemos regresar al pasado o con una trepanotomía memorial, olvidar nuestra herencia sanguínea y cultural.

Siempre reiteramos que los fundamentalismos nublan la razón. Debemos ser conscientes que somos seres aculturizados, con toda una rica herencia cultural prehispánica y post hispánica, que corre por nuestras venas, que cada monumento histórico que derribamos o cambiamos bajo el concepto de ser una afrenta cultural y humana, desconocemos ese proceso de aculturación que ya es parte de nuestro legado histórico. 

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