Editorial
Blinken, el flamante secretario de estado de USA, cree poner una pica en Flandes, cuando anuncia que el expresidente Ricardo Martinelli, ha sido declarado inelegible para entrar a los Estados Unidos, por ser corrupto. Ayer, 25 de enero de 2023, descubren, lo que Panamá, todavía cursa un proceso judicial. La pregunta ¿por qué ahora? Proteger el estado de derecho y la democracia, como alegan en el corto comunicado. No se les cree, viniendo de un estado forajido, que hace y deshace democracias en el mundo según les convenga. Simultáneamente con el supuesto esfuerzo que convierte a nuestro Estado en un tutelaje, han hecho todo para producir con la oligarquía peruana un golpe de Estado contra el gobierno legítimo de Pedro Castillo y patrocinan la mortandad de seres humanos que, perecen todos los días a manos del ejército peruano que, actúa como perro de presa contra su propio pueblo.Martinelli, claro que tiene que responder ante la justicia y en nuestro país, las audiencias ya tienen fecha de realización.
Todos estamos de acuerdo que la lucha contra la corrupción no tiene cuartel; es un flagelo destructor de la civilización y degrada la vida en toda sociedad. Lo que no vamos aceptar es que, se use el argumento de la corrupción como arma política para fines aviesos e igual de inmoral.
Estados Unidos, su gobierno, tiene todo el derecho de adoptar políticas a su conveniencia, pero ojo, que no se monte sobre la realidad que es nuestra y somos nosotros los competentes y con suficiente legitimación, los que debemos encontrar los correctivos y caminos de solución.
Los Estados Unidos, ha sido gestor y tutelador de gobiernos sátrapas y maleantes en la región. Lo venimos diciendo, hay indicios de injerencia de los Estados Unidos, en las elecciones que tenemos por delante y lo mismo ha ocurrido en las anteriores elecciones nacionales como era la costumbre de antes del 1968. Ese pronunciamiento de Blinken, es claro que algún interés político oscuro persigue.
Panamá merece el respeto de EE.UU. y sería bueno que comprendan que la dignidad nacional de los panameños, lacerada por ellos tantas veces, no tolera ahora que, so pretexto de la lucha contra la corrupción, se pretenda legitimar una grosera intervención en nuestros asuntos internos y simultáneamente invalide de un solo acto la institucionalidad democrática, porque ese es el resultado de estas acciones oscuras que, ahora descubren el agua tibia, porque quienes han estado vinculados históricamente a la corrupción en Panamá, resultan ser los mismos aliados incondicionales y eternos de los Estados Unidos en nuestro país y siempre que les sirvan y les sean útiles, los han protegido hasta ahora.
En la noche de ayer, la flamante embajadora de USA en Panamá, se pronunció en los siguientes términos: “Sé cuán preocupados están los panameños por la corrupción y combatirla es una de nuestras prioridades como embajada porque la corrupción socava el bienestar de la población, la economía y la democracia”, constituyendo este pronunciamiento, en un acto grosero de intromisión abierta en nuestros asuntos de exclusiva competencia para los panameños, no obstante nuestro gobierno, no le llama la atención, ni la cita a cancillería para llamarle la atención respecto de su falta de consideración contra nuestra dignidad nacional. Ella, si tiene tanto desbordante entusiasmo, puede con toda libertad, hacer esta clase de desplantes en su isla del Encanto, lugar de su nacimiento y donde la corrupción también tiene postrado a ese hermano pueblo y ello sería una buena contribución, pero panamá es de los panameños y aquí ya no tenemos dos banderas, ni cosa parecida.
Ojalá el gobierno nacional se ponga los pantalones y exija el respeto que merece esta sagrada tierra que nos vió nacer y que ha parido a nuestros héroes y mártires que con su sangre han regado la senda de la lucha libertaria que gracias a Dios, nuestro Señor, hoy estamos a defenderla porque es el legado de Dios y de nuestros antepasados.
¡Por un país decente, digno y una patria decorosa para todos!
¡Así de sencilla es la cosa!
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