Profesor, César Augusto García Escobar, Docente Titular de la Universidad de Panamá, Centro Regional de Veraguas.
Una vez pasadas las elecciones nacionales, donde la población panameña ejerció su legítimo e intransferible derecho a elegir las autoridades que tienen que asumir la sagrada misión de administrar la nave del Estado, el sentido común, que en muchas ocasiones resulta el menos común de los sentidos, nos hace pensar que ahora corresponde a las autoridades electas definir la hoja de ruta que nos conducirá hacia la construcción de una sociedad más justa, equitativa e incluyente. No dudamos que el camino a seguir es la Educación, pero nos referimos a una educación de calidad, rompiendo esquemas tradicionales, memorísticos y repetitivos. En este contexto, las universidades públicas y particulares tienen un papel preponderante y fundamental que cumplir.
La Universidad de Panamá, principal institución de educación superior del país, tiene la responsabilidad y compromiso de ser un baluarte de integridad, transparencia, credibilidad, pensamiento crítico, democracia y excelencia académica.
Las Universidades acreditadas en el país son las responsables de la Formación de los Formadores, lo cual en el lenguaje de los curriculistas encierra las tres dimensiones o saberes pedagógicos: El Conocer, El Saber Ser y el Saber Hacer, en este contexto destacamos el Saber Ser, pues lleva implícito una sólida formación en valores cívicos y morales. Se educa con el ejemplo.
Desde su fundación en 1935, la Universidad de Panamá, conocida como la Casa de Méndez Pereira, en honor a su fundador y primer rector, Octavio Méndez Pereira, está llamada a ser faro de luz y orientadora de la conciencia crítica panameña; debe ser el espacio ideal para debatir, con altura y el respeto al disentimiento, los problemas y temas nacionales. En la diversidad está el enriquecimiento de las ideas.
En nuestra institución no debería haber espacio para el existente clientelismo político: otorgamiento de tiempos completos, nombramientos, viajes, persecución, etc., que en nada contribuyen al enriquecimiento de las funciones sustantivas de la universidad (docencia, investigación, extensión y administración). Los esfuerzos y el presupuesto deberían estar dirigidos hacia la dotación de los recursos e insumos necesarios para elevar la calidad de la educación de todos los universitarios y eliminar la exacerbada brecha de la desigualdad socio-académica que sufren especialmente Los Programas Anexos, ubicados la mayorá de ellos en las áreas comarcales.
El cumplimiento de los fundamentos jurídicos que sustentan su existencia, como la ley N°24, Orgánica de la Universidad de Panamá, El Estatuto Universitario, la Carrera Administrativa, el Manual de Cargos y Salarios, y los Acuerdos de los Órganos de Gobierno que forman la arquitectura administrativa de la institución, tiene que ser el norte que orienta la toma de decisiones, con liderazgo ético hacia el logro de la Misión y Visión de una universidad renovada y con conciencia social.
La Universidad de Panamá está obligada a ser guía y ejemplo referenciador de la política panameña. El trato digno, justo, respetuoso y considerado en todo momento y lugar, es la brújula que debe guiar nuestro quehacer universitario; no el saludo lisonjero, frío y calculador que acostumbran algunos en la vecindad de eventos electorales.
Necesitamos un gran esfuerzo, en Unidad, con los que realmente tenemos un elevado sentido de pertenencia institucional, que sin duda somos la mayoría de la comunidad universitaria, para recuperar el prestigio, la credibilidad y la proyección de la Universidad de Panamá, la Universidad del pueblo panameño.
Santiago de Veraguas, 27 de mayo de 2024.
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