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Miedos y engaños.|


Por: José Dídimo Escobar Samaniego

Un sector del empresariado nacional, le tiene terror inaudito, a los necesarios cambios sustanciales que a nivel constitucional se requieren en Panamá, después de haber sido destrozadas todas nuestras instituciones por la vorágine de la corrupción que hemos vivido y que ellos propiciaron y toleraron con mucha eficacia, sobre todo en la última década. Ellos han apostado a una reforma insípida e intrascendente que busca paliar la demanda nacional de reformas y tocan algunos aspectos sensibles, pero no se comprometen con el fondo de esos asuntos y obvian convenientemente la mayoría de los temas de fondo que urgen ser reformados, porque son las causas que generan el grave conflicto económico y social que nos envuelve.

Me recuerdan a Noam Chomsky, que produce un libro a inicios de la década del noventa, llamado “El miedo a la Democracia” en el que recorre en este estudio, la historia entera del mundo desde el final de la segunda guerra mundial hasta la actualidad, que él considera como una época de crímenes e infamias enmascarados por la tergiversación sistemática de los hechos por parte de Estados Unidos, cuya política mundial ha estado presidida en todo este tiempo por el miedo a la democracia.

Y es que existen el miedo individual, pero también ha calado en lo más profundo de la psique social, miedos colectivos o sociales que han detenido el avance histórico inexorable de la humanidad, hacia sociedades más justas que, puedan hacer sostenible la dignidad humana.

Casi todos los medios masivos de comunicación, en manos privadas, son algunos, fábricas y otros, caja de resonancia, de esos miedos que, se reproducen en todas las maneras en que se expresan y, por ejemplo, que compran y se comen ese paquete de valores, sin que reciban ningún beneficio ni participación alguna, los sectores pobres de nuestra sociedad, que salen reactivamente a defender los esquemas que los oprimen como resultado de una manipulación perversa y canalla.

Aunque usted no lo crea, el clientelismo, que es la manera más grosera y altamente ofensiva de tasar el valor de las personas pecuniariamente en nuestros procesos electorales, es la misma gente que cree legítimo, el recibir una paga por el voto, para encumbrar a cualquier candidato, que luego cree legítimo también, establecer contratos y planillas con el dinero público, decir mentiras y actuar impropiamente para resarcirse de sus gastos cuando compró los votos. Todo este daño en el fondo moral de nuestra sociedad, en la que vivimos, los hemos cubierto de virtuosidad, y vivimos sólo una carantoña de democracia, una apariencia cruel e írrita.

He hablado con algunos empresarios que, no obstante, entienden la necesidad de democratizar a la sociedad y construir medios que dignifiquen a los panameños, porque de tal semilla que sembremos de ese talante será el fruto que obtengamos. Pero, aún en la clase empresarial, como su enfoque ha estado sumergido en obtener ganancias, porque se considera exitoso a aquel que llega a acumular grandes medios económicos, entonces se descuidó el conjunto de valores y principios morales y éticos que deben adornar a una sociedad acrisolada y decorosa. Y es que, esa misma clase empresarial, ha sido la que junto con los malos funcionarios que hemos tenido en los últimos tiempos, los que participaron del festín que expuso nuestras partes pudendas como sociedad hasta el extremo que, perdimos todo recato y dignidad.

Ahora la Asamblea Nacional, inmersa en el debate de las reglas electorales, pretenden hacerse un traje a la medida de sus circunstancias y apetencias, y están a punto de aprobar la toma de su propia copa de cicuta , al margen del debate público, mismo al que tiene derecho el Soberano, del que surge toda legitimidad y el poder público, y al pretender aprobar los montos de las contribuciones privadas a las campañas de los distintos puestos de elección, entregan de manera irresponsable en manos del narcotráfico, que posee fondos que los orienta hacia la compra de espacios de influencia de poder, acción que liquida el debate de las ideas y nos lanza a intemperie moral y al remate de la democracia, porque contará para salir electo, no lo que se es, sino cuanto dinero se tienen para comprar “legalmente” la voluntad de la gente, y sin duda las fuerzas del narcotráfico y la corrupción tienen de las resultas de sus andanzas, suficientes fondos para comprar el poder, porque el mismo lo han convertido nuestros diputados en una mercancía, al alcance del mejor postor.

Que no nos pase como aquella historia en la que, unos charlatanes que se hicieron pasar por sastres ante un Rey, lo estafaron y lograron con infundios y amenazas, establecer un miedo terrible en toda la Corte, en reconocer que el día de la fiesta, el Rey andaba desnudo, hasta que la inocencia de un niño destapó el encubrimiento y quedó al final desnuda la mentira, aceptada por muchos; los oportunistas, pero aún, siendo muchos, no pudieron seguir sosteniéndola ante la luz que la descubre: la verdad.

Estamos al borde del precipicio, ojalá la sensatez los haga retroceder y evitar activar el explosivo que remataría a la república y a nuestra aturdida y moribunda democracia.

¡Por un país decente y una patria para todos!

¡Así de sencilla es la cosa!

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