Por Gonzalo Delgado Quintero
Acabo de completar 66 vueltas alrededor del sol, durante esos viajes repetidos, aunque por la misma ruta, ninguno fue igual. Los primeros viajes fueron imperceptibles y además, entonces, dependía más de otros que eran mis guías turísticos. Cuando el vuelo fue ganando altura, actúe muchas veces impetuoso y hasta tuve conflictos muy difíciles de lidiar en el trayecto que presentó viajes accidentados con esos vacíos siderales, tormentas y nubes negras de la vida.
Ahora, después de que ese vuelo ha ganado la estabilidad que solo da la altura de la experiencia como piloto y pasajero a la vez, de tantos viajes, finalmente, me estoy deteniendo para poder observar mejor cada paso de este recorrido maravilloso que todavía ciento que es largo para mí y que prometo que gozaré mejor con buena compañía a bordo de esta nave llamada tierra.
De entre esos tantos viajes aprendí a valorar todos los regalos que me obsequiaron. Uno de esos regalos que me dieron, fue la sublime capacidad de dar vida y ver cómo esa creación vital a su vez se ampliaba y surgía más vida maravillosa, que ahora, en el sosiego que me ha permitido el hecho de esa gran experiencia de muchos viajes, en mi recorrido, puedo apreciar mejor a la nueva vida que me va amalgamando y que es el retoño brotado a la vez, nacido de mi semilla convertida en adulta y hermosa planta que en algún momento sembré.
Sin embargo, el más preciado y apreciado de los regalos, quizás el más importante para mí, está en el hecho de seguir viajando en primera clase, VIP, y que, aunque en esta última vuelta, vi bajarse a muchos conocidos; sin embargo, sigo aún este paseo con muchos amigos y con mi familia bendita. Ese amor de mis amigos y familiares con el que puedo contar, me da la valentía suficiente para seguir deleitándome de este viaje que es la vida.
Que los días lluviosos sean vistos con la misma alegría de los soleados, sobre todo, esos primeros días del año, con el verdor reluciente acompañada de esa floración abundante generadora de vida. Y es que en ese viaje número 66 he comenzado a distinguir entre la eficacia y la eficiencia. Que la eficiencia es de utilidad, pero la eficacia es de valor. Trataré, por tanto, de cumplir estas dos cualidades, pero dando preminencia a lo valioso para seguir gozando de todas las vueltas que me quedan. Este escrito es en homenaje a mis amigos, mi familia y a quienes partieron en otros vuelos del paseo infinito, en especial a mi padre Balbino Delgado y mi hermano Hernán Delgado que terminaron sus vueltas solares correspondientes para subirse a la nave del viaje eterno.
El autor es periodista, escritor y analista
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