Por Ramiro Guerra M. Abogado y cientista político.
Jesús sacando a los mercaderes del templo, exigiendo respeto a lo sagrado de la casa de su Padre.
Creo entender a mi pueblo, que se encuentra, siguiendo la historia griega, entre Escila y Caribdis; el barco de la nación en mar picado, sin brújulas y perdida en los nubarrones descargando tormentas y olas de metros de altura y turbulentas. Tal vez, no sea lo más malo, sino con una dirección errática que nunca divisó a que puerto llegar.La realidad hoy, tiene perfume de tragedia. Estamos mal, pero se nos dice vamos por buen camino y en la vía correcta. El momento pre electoral, no presagia salir de esta bruma; una matriz política que reitera más de lo mismo. Está enferma, agotada y lo único que es capaz, reproducirse con las mismas heces de siempre.
No hay excusas, el país no ha dado salto alguno al desarrollo. Sumas multimillonarias han ingresado al país y nada de salto de calidad. La calidad de vida del panameño, terrible. Guardando proporciones en la historia patria, pareciera que el país y la nación zozobra ante espíritus abyectos, sumisos, vasallos, que apuestan a la traición de la patria. Cierto, las causas revolucionarias y patrióticas, han tenido sus detractores, pero hoy muchos la dulce vita burgués, los desnuda de cuerpo entero. La miserableza no tiene apellido. El miserable es miserable.
Ante este mar de incertidumbres, de brumas politiqueras, de filisteísmo, de dobles discursos y maniquea moral, el optimismo y la esperanza, aunque utopías hoy, el mañana siempre estará en el campo de lo posible.
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