Hoy hay convocada una marcha y seguidamente una vigilia ante la Asamblea Nacional. El llamado, sin embargo, no atina en un propósito claro de reforma profunda del Estado que es la causa del conflicto actual, sino que solo considera que ciertos cambios a la Ley electoral podrían resolver el problema de nuestra democracia basura que ha devenido en un Estado moribundo.
Los partidos políticos, autores de toda clase de chanchullos y patrocinadores de toda la corrupción asfixiante que vivimos, en cabeza de varios de sus dirigentes, han prometido provocadoramente estar allí esta tarde. También hay algunos empresarios que desde sus plataformas están convidando, como si no supiéramos que desde ellos mismos se ha patrocinado y participado de la corrupción nacional. Es sensato aconsejarles que no se atrevan a desafiar a un pueblo que está literalmente cabreado, hastiado de tanto tropel y que crean que pueden estar allí sin correr el riesgo que pueda suceder lo que dos dedos de frente advierten.
El fracaso de los que andan buscando firmas para una constituyente paralela, se da porque la gente sabe quiénes están detrás del “esfuerzo”, y que esta vía no atiende las causas profundas de nuestra crisis nacional.
Lo mismo ocurre ahora con las parciales e intrascendentes reformas electorales que, al hacerlas al margen de una reforma profunda del Estado, no viene a ser, sino un iluso intento por aparentar que se hicieron cambios, pero seguimos en el rumbo equivocado hacia el despeñadero.
Ha habido mucho tiempo para sentarnos como sociedad y articular una salida inteligente y racional, pero ha podido más la falta de visión y el sentido que impone quienes tienen el poder fáctico, de no permitir que las aguas se muevan para que suceda el milagro de la dignificación de los panameños.
¡Así de sencilla es la cosa!
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