Editorial
El país nuestro ha sufrido y sufre la tragedia de que casi todos los que ascienden al solio presidencial, desde hace más de treinta años, desde que asumen el mando se transforman y sacan a relucir una suerte de soberbia y grosería que termina ofendiendo a los ciudadanos.
No importa la gravedad de los temas que les toca atender, en cuanto se trate de asumir con carácter esos asuntos, lo confunden con la elevación del ego y la imposición de sus posiciones por encima de la voluntad popular, no obstante, cuando el pueblo les exige que se enfrente de esta misma forma la corrupción que nos destruye cada día, siempre hay excusas para no abordar con esa misma “valentía” este asunto capital que nos tiene en estado agónico, así como enfrentar los privilegios insostenibles e inmorales de que goza una casta de personas y con la que se compra lealtad con el dinero del pueblo, es decir una forma de clientelismo perverso, confrontando abiertamente el artículo 19 constitucional, mientras que se le pide sacrificio a los más desventurados de los panameños.
Ahora el presidente nuestro, ha dicho que el proyecto de Ley 163 “va porque Va”.
Denostar a los panameños que han cumplido con un deber cívico de exponer sus puntos de vista en la Asamblea, y tratar a los diputados jóvenes como “chiquillos” son algunos de los dichos del presidente Mulino que, irrespeta así al pueblo panameño.
Está a tiempo de corregir el presidente y considerar a su pueblo como los mandantes y él como lo que es, el mandatario.
El país, sus ciudadanos, no merecen tal maltrato y solo le advertimos al presidente que, tal como está escrito en la palabra de Dios., “El orgullo va delante de la destrucción, y la arrogancia antes de la caída.” Proverbios 16:18 NTV
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