El Periódico de Panamá Revista de Análisis Político, Económico, Social y Cultural.
El Tribunal Electoral Tiene Que Ser Enérgico Y Aplicar Las Sanciones Que Establece La Ley.
Por Ramiro Guerra Morales.
Jurista, escritor y cientista político.
Soy de los que piensa que, el discurso político, debe estar dirigido a construir positivamente; educar y orientar en torno a lo que conviene al país y a los panameños.
Claro que la crítica, el disenso son herramientas que la democracia pone en manos de los ciudadanos. El dime que direte, entre los candidatos en torno a quien es corrupto o no, deja la impresión de un escenario petrificado y hundido en el fango.
Como lo escribí, fácil descalificar al contrario como corrupto. Sin embargo, apelo a aquella frase, de; “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra”.
El magistrado Cigarruista, dio con el martillo en el clavo, cuando dijo, que la sociedad toda está contaminada por el síndrome de la corrupción. El prebendalismo mediático ha permeado a vastos sectores de la sociedad. Trajo a colación los miles de expedientes que se ventilan en el tribunal de cuenta. Puso ejemplo; el que se lleva una resma de papel de una escuela, de una institución hasta el que paga coima para ganarse una licitación o conseguir un contrato con el estado.
Cuando se habla de la lucha contra la corrupción, se deja por fuera a sectores. El discurso solo apunta para los políticos. Otros pasan convenientemente agachados.
Las elecciones de hoy, rememoran mucho del pasado. Los adjetivos rayan en la obscenidad y los ataques ad homine que alcanza a familiares.
Me decía un colega abogado, Ramiro, no pidas mucho a estos políticos candidatos. Son un reflejo de una sociedad enferma y en franca crisis de valores.
En verdad les digo compatriotas, el país anda mal y perdido en un laberinto de perversidad e indecencia que algunos tratan de imponer como la nueva normalidad.
Ahora bien, no todo está perdido; hay panameños probos, con sentido y alto de civismo. Se puede rescatar al país del fango a donde lo han llevado maleantes y fariseos.
No he escuchado hablar de las grandes fortunas acumuladas desde el estado. Nadie explica el origen de ese perverso e impresentable enriquecimiento de muchos que ofende la miserable pobreza de millones.
La desigualdad social, lejos de haberse disminuido, se ha ampliado y llevamos el trofeo del uno de los mayores índices en el continente.
Sin embargo, no hay que perder la fé y esperanza, de que cuando el gallo cante en la madrugada, será para anunciar las buenas nuevas.
No hay mal que dure cien años. Los amaneceres dejaran de ser una tentación o un día más en el calendario.
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