Puedo con autoridad hablar de como en la región, se ha vivido la experiencia de gobiernos tiránicos bajo la rúbrica de estados que han cursado el camino hacia un estado oligarquizado.
La fama de tiranos de muchos gobernantes, cruzó fronteras. Como no recordar a Tacho Somoza, Videla en Argentina, Strossner, en el Paraguay, Augusto Pinochet en Chile. Muchos de ellos civiles y otros uniformados.
Una cosa es que vivamos bajo una democracia liberal representativa, que en lo formal, dice respetar las libertades pero que en el fondo, fungen como cortina de humo, para ocultar la dominación que ejercen los grupos del poder económico. Cuando esa dominación rebasa el enfoque formal arriba citado, el estado se desnuda y sale a relucir, su carácter antidemócratico, asumiendo formas excesivamente autoritaria y tiránica de el ejercicio del poder político.
Actualmente en Latinoamérica, venimos observando procesos como los arriba mencionados.
La oligarquía cuando se hace del poder político, gobierna con métodos que no se corresponden con la democracia, ni siquiera observado desde su ropaje formal.
Actualmente en el Ecuador, la oligarquía en el poder, lo ejerce a contrapelo de las libertades democráticas de su pueblo; algo similar en Argentina, con un semblante excesivamente déspota.
En el caso del Perú, esa oligarquía se conduce como mafia siciliana. De su forro, defenestraron al presidente Pedro Castillo. Le inventaron un proceso penal que no tiene ni pie ni cabeza.
Esos son los estilos conque la oligarquía gobierna. Se conduce como un poder que discrimina al pueblo y se cree de verdad, que este es enemigo de la democracia. Un educador presidente y proveniente de sectores humildes, para la oligarquía en el Perú, no era posible y por eso ganando las elecciones lo defenestraron.
Me preocupa mi país. Observo una realidad, que no se traduce en democracia y la de un real estado de derecho.
El moderno estado de derecho, por lo menos traduce e interlocuta, el interés general de la sociedad.
Cuando al estado se le instrumenta para servir única y exclusiva a los intereses del poder económico, los desequilibrios están a la orden del día y la noción de pueblo, se torna abominable para estos sectores de la dominación.
En consecuencia, el estado, se llena de dosis absurda de irracionalidad.
No podemos perder el hilo conductor de este fenómeno. Peligroso y agresivo para los ciudadanos y el movimiento social popular.
Los que tenemos de estado y poder político, demanda de una especie de reconducción hacia un real estado democrático