Juan Jované
Dado que las proyecciones sobre la población son esenciales para el análisis del futuro del sistema de pensiones, resulta necesario evaluar la forma en que las mismas se realizaron en la reciente “Valuación Actuarial del Sistema Panameño de Pensiones (2019)” de la OIT. Se trata, en lo esencial, de establecer si las mismas permiten una información que, además de confiable, permita realizar decisiones que protejan a los más vulnerables.
Las proyecciones sobre la población en el informe de la OIT bajo análisis se encuentran en su primer capítulo, bajo el acápite titulado “contexto demográfico”. En el mismo este organismo sigue la práctica de los actuarios tradicionales de solo presentar la esperanza de vida, sin advertir que la misma es un promedio, el cual puede ocultar importantes elementos de dispersión. Se trata, como se demuestra a continuación, de un error, que puede afectar a los más vulnerables. Esto se debe a que, por ejemplo, cualquier aumento de la edad de jubilación afectaría más duramente a quienes tengan una menor sobrevivencia en el tiempo.
Es un hecho ampliamente reconocido que la esperanza de vida de diversos sectores de la población esta correlacionado con sus respectivos estatus socioeconómicos. Siendo Panamá un país con una amplia inequidad social, resulta lógico que se tenga en cuenta el impacto de esta situación sobre la esperanza de vida de los diversos sectores sociales.
Un estudio realizado por Usama Bilal y otros autores, publicado en el 2019 en Lancet Planet Health bajo el título Inequalities in Life Expectancy in Six large Latin American Cities, analiza la relación entre las diferencias sociales y la expectativa de vida. En el caso de la ciudad de Panamá, con datos del 2011 y el 2015, este estudio concluye que la diferencia en la expectativa de vida al nacer entre el decil de menor estatus y el decil de mayor estatus fue de 9.8 años para los hombres y de 11.2 años para las mujeres. Se trata de un resultado robusto, el cual se sostiene cuando se pasa de utilizar como variable proxy de la desigualdad al porcentaje de población de más de 25 años con estudios secundarios completos, a usar como tal al coeficiente de Gini o el coeficiente de variación. Igual pasa cuando se mide la esperanza de vida a los 60 años.
Tampoco resulta correcto que el informe de la OIT haya simplemente omitido el impacto del COVID sobre las proyecciones de población, utilizando un argumento simplista: “al momento del presente trabajo los organismos internacionales aún no disponen de nuevas proyecciones de esperanza de vida contemplando el efecto de la pandemia COVID-19”.
Entendiendo que la pensión por vejez implica un derecho al descanso, se encuentra otra limitación en el informe de la OIT. Para tener en cuenta el derecho al descanso se debe hacer referencia no solo a la esperanza de vida, sino también a la esperanza de vida con buena salud. Para comprender la limitación de la OIT se puede señalar, utilizando datos de la OMC del 2019, que la esperanza de vida con buena salud a los 60 años es de 6.12 años menos que la simple esperanza de vida. Esta diferencia en el caso de los hombres es de 5.47 años y de 6.75 años para las mujeres. Se trata de información imprescindible para que los cambios paramétricos eliminen el derecho al descanso.
Nuevamente se concluye que varios de los supuestos y proyecciones de la “Valuación Actuarial del Sistema Panameño de Pensiones”, no resultan, por una parte, consecuentes con la realidad y, por otra, no ofrecen la información adecuada para tomar decisiones adecuadas guiadas a proteger a la población más vulnerable. La “Valuación” debe someterse a una crítica profunda.
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