Juan Jované
Formalmente se entiende por incertidumbre una situación donde no es posible vincular los hechos futuros con una probabilidad ni cuantitativa ni cualitativa. Esto significa que no se puede ni siquiera señalar que un evento próximo tenga un resultado posible más elevado o inferior que otro. El problema de Panamá y su economía es que nos enfrentamos a un importante conjunto de elementos inciertos.
Para una economía tan abierta al exterior como lo es la panameña, el contexto internacional es un elemento importante para analizar su futuro. En este aspecto lo cierto es que el contexto internacional es altamente incierto. Por comenzar no está claro cuál será el comportamiento de la Reserva Federal, lo que hace incierto el futuro de la tasa de interés y de una posible situación recesiva. A esto se tiene que sumar la creciente tensión en las relaciones de Estados Unidos y la Republica Popular de China, que son los dos grandes usuarios del Canal de Panamá. También genera incertidumbre los acontecimientos vinculados con la guerra en Ucrania y sus efectos negativos, sobre todo para las economías europeas y los precios de los alimentos. No menos importante son las posibles dificultades de la economía china, debido a la elevada deuda que existe en ese país en relación a su producto interno bruto.
Una segunda fuente de incertidumbre, que nos afecta tanto global como localmente, se relaciona con los problemas climáticos. Esto, en lo más directo, se relaciona con el cambio climático, el que, si bien no es el único determinante de la corriente del niño, si es uno de los factores que ha venido generando lo que se conoce como el superniño. Esta situación ha llevado a la necesidad de reducir el número de tránsitos por el Canal de Panamá, así como a una posible disminución de los ingresos que el mismo le pueda entregar en su nuevo año fiscal al gobierno central. Esto se combina, además, con una tendencia observada hacia un baja recaudación a nivel de los ingresos corrientes del gobierno central.
Un tercer elemento de incertidumbre surge de la coyuntura política que vive el país. No solo estamos frente un evidente adelanto del período previo a las elecciones generales, lo que trae consigo la normal incertidumbre que este tipo de evento produce. En efecto, se trata de un momento en que los resultados finales de la elección general se hacen muy inciertos, entre otras cosas por el hecho de que su desenlace depende no solo de factores directamente políticos, sino que también están influidos por elementos que tienen que ver con proceso judiciales, los que tienen tiempos inciertos. A esto se suma la elevada percepción de un elevado nivel de corrupción.
Una cuarta fuente de incertidumbre proviene de la propia esfera económica. En este sentido es evidente que lo que hemos calificado como una recuperación sin empleo, genera una alta incertidumbre sobre los consumidores. Esto, sin duda, se relaciona con las perspectivas que tienen los núcleos familiares en relación a las perspectivas de empleo de sus miembros, que pueden estar desempleados o en condiciones de informalidad. El resultado visible de ello ha sido la reciente reducción del índice de confianza de los consumidores.
Desde la perspectiva de la economía el conjunto de las fuentes de incertidumbre apunta hacia una radicalización de lo que hemos llamado los vientos en contra de la economía. En efecto, desde el punto de vista de la inversión es conocido el hecho de que la incertidumbre genera efectos negativos sobre la misma, lo que tiende a reducir los niveles de actividad económica. Algo similar ocurre con los niveles de consumo. Resulta necesario, entonces, un amplio debate de como enfrentar la incertidumbre.
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