Entra el juego de la desestabilización y finalmente asestan el puntapié a la mesa, apareciendo sin ambages la dictadura del dinero y del chantaje financiero, el despotismo de los banqueros y de los dueños de los seguros y la autocracia de otras formas de acumulaciones inauditas y de agiotismos exagerados. Con mano dura o con guantes de seda, pero imponen la tiranía del billete.
Ese juego de la derecha radical siempre ha ocurrido, pero sobre esos temas, en nuestros tiempos, en la sociedad actual y sus circunstancias, lo estamos observando de manera fehaciente en nuestra sometida América Latina, sobre todo, en países como Nicaragua, El Salvador, Venezuela, Cuba, Panamá y más recientemente en Ecuador, Bolivia y ahorita en Perú, país en donde democráticamente ganó el pueblo la Presidencia con Pedro Castillo a la cabeza.
Para esta derecha, de esa forma, la democracia no sirve. En todos estos países, este sector oligarca descalifica a sus respectivos gobiernos, si son de corte populares y por encima de cualquier calificativo o valor semántico distinto, todo es coincidente en cuanto al plan de ataque ideológico de las descalificaciones endilgadas a dichos gobiernos que aunque democráticos, no profesan la ideología neoliberal y no representan la plutocracia.
Estamos conscientes de lo que ha venido ocurriendo contra estos países, en el futuro veremos intensificarse este ataque derechista en Perú; pero analicemos el caso actual de Panamá. Lo nuevo de la patria, prometido, lo estamos pariendo. Cada vez con más fuerza, quizás con menos violencia, pero con mayor conciencia racional, que es aun más peligrosa. Por la fuerza del desarrollo social y cultural. La implacable ley del cambio social provoca entropía dispersiva y somete a cuestionamientos al poder y a la superestructura política y económica. Esos porqués no son tanto para los gobiernos, sino y más profundo, al porqué de la difusa permanencia de una democracia restringida que a principios de los noventa nos parecía eterna.
Esa es la gran disyuntiva de todos los gobiernos. El propio Estados Unidos, aunque no lo quiera reconocer, está sufriendo los embates que le han resultado de sus propias medidas. En tres décadas se ha tenido la capacidad de crecer más, gracias a las tecnologías y a la manipulación transgénica de las diversas semillas para la mayor producción de alimentos y aun así, existe en la actualidad más pobreza y poco acceso a la comida debido a las leyes de mercado.
En Panamá, se está aplicando el mismo modelo con mayor severidad; también, en estas últimas tres décadas. Después de la criminal invasión se impuso el neoliberalismo que significó la privatización de muchas instituciones que tenían un carácter productivo de bienes y servicios. La mayoría eran buenas. El IRHE con todas las instalaciones y sus hidroeléctricas, INTEL y toda su estructura de comunicación instalada, Cítricos de Chiriquí, Corporación Azucarera la Victoria (los ingenios con todas sus tierras con un valor entonces de más de 150 millones y vendida solo a 11 millones), Cemento Bayano y otras. Y todo fue el resultado de las presiones internacionales del modelo que comenzó a regir a partir de la firma de asimétricos Tratados de Libre Comercio (TLC) que fueron respaldados por los tecno-burócratas en el plano nacional, algunos de los cuales siguen aconsejando como figuras gurús de la tecnocracia actual.
Desde el principio del nuevo Gobierno presidio por Laurentino Cortizo Cohen, la participación de estas tétricas figuras al buen estilo de los muchachos de Chicago, incluso lo empezaron a decir en los medios de comunicación y en los recintos palaciegos lo insinuaban, luego sugerían y ahora lo quieren imponer de todas formas, para aislarse cual pandemia. Dicen que el Presidente Cortizo Cohen debe olvidarse definitivamente de las consultas populares, de eso que el propio Omar llamó la consulta. De “quien más consulta menos de equivoca”. De lo que posteriormente el propio Martín Torrijos instauró en la figura de los Consejos Consultivos.
En fin, mañana estos mismos personajes, que siempre están en todos los gobiernos, ayer en el gobierno “anterior y antes en el anterior”, como secretario o directores, hoy, incluso, como ministros o viceministros, recomendando con voz grave y aparente preocupación que el presidente se olvide del proyectado de plan de desarrollo productivo en cualquier punto de la geografía nacional y que este es solo, un país de servicio. Que eso de los seis panamá, fue solo una frase de campaña.
Solo les interesa quedar bien con sus verdaderos amos y no permiten que se mueva el timón de la riqueza hacia ninguna otra parte que no sea al cumplimiento de las reglas impuestas por el poder de las grandes metrópolis que se resume solo, al pago de la deuda, endeudada cada vez más.
Sin embargo, un nuevo concepto de democracia ampliada, participativa, solidaria, equitativa y más humana viene surgiendo de nuestras luchas como pueblo muy a pesar de los dos pasos adelantes y uno atrás. Por encima de cualquier gobierno, de las grandes contradicciones ideológicas, de los grandes recursos y medios dispuestos en contra de la lucha y el trabajo honesto de los pueblos que buscan su liberación. De todas maneras se consolidará lo que ya camina por la América Latina y Panamá no ha de ser la excepción. Es ese afán por liberarse de las taras materiales y espirituales de la esclavitud y la servidumbre.
El gobierno tendrá que decidir en si estar del lado del modelo neoliberal anti-social o enfocado en desarrollar un Estado benefactor. A parte de ello, el pueblo sabe de lucha y trabajo en lo social y material. De lucha y trabajo en lo espiritual. Aunque de manera lenta, incluso pueden ralentizarlo, pero el verdadero cambio, el más justo, es inevitable e incontenible. Eso hace más humano al ser humano, más allá del pequeño universo de los peces gordos y los ríos revueltos de la politiquería y los poderes constituidos.
El autor es periodista y escritor
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