Un día, en mi acostumbrado andar por el chat en donde, de vez en cuando, polemizaba con mi querido amigo Pedro Luis Prados, esperaba con inquietud una respuesta que siempre era inmediata, certera, analítica y me dejaba, a veces enojada, pero, lo mejor, pensando y analizando.
Un día, en mi acostumbrado andar por el chat en donde, de vez en cuando, polemizaba con mi querido amigo Pedro Luis Prados, esperaba con inquietud una respuesta que siempre era inmediata, certera, analítica y me dejaba, a veces enojada, pero, lo mejor, pensando y analizando. Dolida y sorprendida me quedé, cuando vi la noticia de su muerte silenciosa, quizás estaba filosofando y analizando sobre el porqué de muchas cosas.
Duro fue conocer la partida de quien siempre señaló que había que ser sincero, certero, analítico y dejar a un lado las vueltas que dábamos para señalar nuestros criterios o pensamientos. Analítica, cruda, certera y real sus últimas opiniones sobre la situación política y social de Panamá lo que hacía con frecuencia.
Pedro Luis era un escritor con la palabra certera y a la vez poética que nos legó en dos obras premiadas en el concurso Ricardo Miró. Prados profesor de filosofía de la Universidad de Panamá, ganador de dos premios Ricardo Miró en la categoría de cuento, con sus obras: Bajamar (1998) y El otro lado del sueño (2002), El paraíso perdido de Guillermo Trujillo (1990) y La pintura en Panamá (2003). Cada palabra en sus libros es una lección de excelente literatura y una precisión en hechos ocurridos a la patria y al ser humano como fuente inagotable de su compromiso, por decir la verdad. Nació en 1941 y murió el 2021.
Conocí a Pedro desde muy joven, con su gran amigo Ramón Oviero; y los escuché conversar, discutir o escribir sobre la pintura panameña o universal.
En el libro de Oviero Para sentir la pintura expresa su acertada opinión sobre el quehacer artístico: “En expresiones muy ocasionales podemos encontrar en la expresión literaria una vuelta de página en lo referente a la apreciación del arte y en sus disquisiciones sobre asuntos tan complejos y llenos de apreciaciones subjetivas, como en la creación artística y el mundo imaginario que la alimenta. Naturalidad que se manifiesta en la descripción espontánea de los sentimientos generados por la percepción del hecho artístico y genuino apego a la volición implícita en el acto creador, que el poeta se esfuerza por reforzar en una creación igualmente auténtica”.
En un ambiente real, con amigos y lectores que los quisieron y admiraron en la Biblioteca Nacional se le rindió un homenaje, en donde las palabras sobre su personalidad, humanidad y conocimiento abundaron, muy emotivas, reales y sentidas.
Agradezco esta actividad de la Biblioteca Nacional y la Fundación Arte Panamá, organizadoras del conversatorio “Un viaje por la historia del arte panameño”, Arlenne Lachman y Nancy Calvo, en homenaje a los artistas nacidos entre 1849-1950, quienes no cesan en impulsar la actividad de nuestros mejores artistas y de aquellos que le dieron dimensión a una obra que ya es inmortal.
Era el cierre de una excelente exposición de la pintura panameña, expuesta por varios días en la biblioteca que recogía la historia del quehacer artístico de nuestra pintura. Admirada en nuestro país y en varios continentes.
Muy sentido y emotivo el homenaje a nuestro serio, callado, sonriente, amigo, puntual en sus críticas y siempre recordado Pedro Luis Prados, quien con sus comentarios y análisis supo darle una dimensión a la obra literaria y pictórica panameña.
Mucho aprendí de este amigo severo y a la vez, cariñoso, cuyo aprecio y calidez humana eran evidentes.
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