Por Ramiro Guerra M. Abogado y cientista político.
Durante el periodo que corrió de 1903 a 1968, se acuño el decir que, para ser presidente de Panamá, tenía que haberse desempeñado como embajador en los Estados Unidos. Cierto o no, lo que, si era verdadero, es que la política y los aspirantes al solio presidencial, salvo excepciones, eran pro establishment USA. Así operaba la oligarquía.
Nuestras repúblicas fueron etiquetadas por los Estados Unidos, como republic banana, patio trasero de ellos.
Esa intromisión e injerencia asumió formas groseras, indignantes y violaciones a nuestra soberanía. Caso Guatemala con Jacobo Árbenz y el caso de Grenada. Igual Republica Dominicana. Por supuesto nuestro país.
No hay que olvidar el caso de un país centroamericano, donde existen bases militares gringas. La oligarquía no ganaba las elecciones y de repente se fue la luz y el candidato de la derecha, cuando regresó la luz, iba ganando por cancha. El pueblo trató de resistir y comandos de infantería de esas bases, entraron a reprimir.
Cierto, los tiempos han cambiado; lo que antes se hacía groseramente, hoy se hace con modalidades solapadas disfrazadas de colaboración con gobiernos, para luchar contra el narcotráfico y la corrupción.
Hay que ponerle mucha atención a la embajada de USA en nuestro país. Se conduce como si estuviera por encima de nuestro estado. Hasta donde se sabe, y no solo con el gobierno actual, hasta opinan a puerta secreta, quien debe ocupar tal o este cargo. En el país operan inteligencias que hacen su labor como un supra aparato. Ojo con esto.
No podemos permitir que este proceso de sobredeterminación de temas y contradicciones internas, queden merced a injerencia foránea alguna. Lo vengo advirtiendo, observo indicios de injerencia en las elecciones por venir. Yo seguiré como decía. Mateo Iturralde, «Yo no vendo mi patria»
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