Personas que me influyeron

(Primera entrega)

Por Gonzalo Delgado Quintero

Uno, como individuo, es el resultado de la influencia de muchas personas que van tocando nuestras vidas en su transcurrir y por supuesto, somos también, producto vital de la reacción encadenada en nuestra propia carga genética heredada de nuestros padres. Al buen decir de José Ortega y Gasset, “el hombre es él y su circunstancia”.

Aprendí desde muy temprana edad, apenas con uso de razón, de mi tío Nicolás Quintero, algunos oficios del campo. Por ejemplo, a mis seis años, cómo lidiar, atraer y amarrar un caballo que estuviera en soltura pastando en el potrero, que al final lo cabalgaba para asistir al primer grado de la escuela, que quedaba muy distante y de difícil acceso por los malos caminos y quebrados terrenos. Por cierto, el sitio donde nací, se llama La Loma y la escuelita quedaba en La Miel, hoy, corregimiento del distrito de Las Tablas, en Los Santos.

La Miel es muy reconocida, porque de allí también son los Vargas, famosos artistas de la música vernácula. Toñito (QEPD) y Bebito en el canto de la décima y Nenito, en la música típica de acordeón. Todos hermanos.

Pero desde entonces, también, de mi padre Balbino Delgado Rodríguez (QEPD), sobre todo, cuando nos fuimos para las montañas de Chepo, a un lugar bautizado como Loma del Naranjo, por donde queda la represa de Bayano (parece que nos gustaban las lomas), aprendí como manipular el machete, la champa, cortar arroz con cuchilla de avión, desyerbar, socolar, sembrar maíz, yuca, ñame y otros cultivos. El tiempo de siembra, el crecimiento y la cosecha oportuna.  Papá, quien fue excelente músico, me enseñó también algunas notas de guitarra, tocar tambor y escuchar música por aquellos tiempos, en un aparato de radio en donde igualmente, mi madre Catalina Quintero, escuchaba novelas, noticias y otros programas.

Recuerdo que en ese aparato de radio marca SANYO se escuchaba de todo y era el medio de comunicación más efectivo en el campo y en las montañas. Por ejemplo, a tempranas horas, se daban las noticias, inmediatamente después, como a las ocho de la mañana, venían las novelas radiales mañaneras. Recuerdo algunas: Taiguarí, Kalimán y el Gavilán Colorado. No logré escucharla, pero fue muy afamada: El Derecho de Nacer, a lo mejor porque se transmitía a las nueve de la noche. Pero esta novela del escritor y compositor Félix Benjamín Caignet Salomón, tuvo en el elenco de las voces principales a Gladys Vidal como Isabel Cristina y a Harry Iglesias, padre, como Alberto Limonta.

Debo mencionar nombres escogidos por especialistas como las voces más destacadas de radionovelas como son las de Jorge Liacuris, Julio César Espino, el inmenso Pedro Tuco y actor de la primera película panameña «Cuando muere la ilusión»; Manuel Salvador (Sammy) Samudio, gran narrador deportivo; Juan Antonio Thibaulkt, Rodolfo García de Paredes, uno de los 4 primeros directores de televisión, y Carlos Reyán, galán de varias radionovelas, sobre todo en la serie «Los tres Villalobos». (Recuperado: https://www.rpcradio.com/radionovelas/)

De esa edad tengo claro, los tiempos del béisbol, cuando se transmitían los juegos de la liga profesional y recuerdo que en ese mismo aparato Sanyo rojo, mi padre sintonizaba RPC para escuchar los partidos. Mi equipo era Cerveza Balboa y los otros equipos de mis recuerdos eran Marlboro, Carta Vieja y Guardia Nacional. Habían otros equipos. (https://es.wikipedia.org/wiki/Liga_Profesional_de_Bisbol_de_Panamá).

Desde muy temprano, las circunstancias me empujaron a enfrentar situaciones y tomar decisiones. Recuerdo que alguien habló de la crecida del Bayano y sólo tomé simplemente la decisión de ir a verla, en mi memoria mantengo clarito esa gran inundación, una de las más grandes, aún recordada por muchos, casi 60 años después. De cómo también en ese radio, nos informábamos sobre la tragedia ocasionada por el río Pacora, que igualmente se desbordó, ocasionado muchos daños y barriendo con una familia entera de la que, años después en Tocumen, conocí a Bernardino Cedeño, cabeza de esta familia y único sobreviviente. Todo eso vivido tan solo en mis primeros ocho años de edad.

El autor es periodista, escritor y analista        

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