Como hacerle entender a muchos políticos, que la democracia no se agota con el acto de votar; sino que constituye una relación sinalagmática propia de un contrato de mandato, donde el elegido es un mandatario y el pueblo el mandante.
Este se reserva para sí, el derecho de estar vigilante, lo que haga o deje de hacer el mandatario, llámase diputado, representante o presidente. Nada de lo anterior pasa por la cabeza, de los que desde el poder hablan en nombre de la democracia. Asimilan las credenciales del cargo, a una patente de corso, para todo tipo de latrocinios y abusos del poder.
Escribir y hablar de democracia hoy, al margen del concepto de ciudadanía deliberativa y participativa, es como hablar de un cuerpo sin suficiente sangre; está anquilosada y opera deficientemente. La democracia como control y participación, es una forma de vida; se vive y se siente.Por eso algunos politólogos sostienen que tiene un alcance ético.