Por: José Dídimo Escobar Samaniego
“El alzheimer es un tipo de demencia que causa problemas con la memoria, el pensamiento y el comportamiento. Los síntomas generalmente se desarrollan lentamente y empeoran con el tiempo, hasta que son tan graves que interfieren con las tareas cotidianas”, según enciclopedias científicas médicas.
En nuestra sociedad sufrimos un tipo de esa enfermedad social que, se caracteriza por la insensibilidad que, se va perdiendo progresivamente hasta que, sin darnos cuenta, se petrifica nuestro corazón, al punto que no nos conmueve nada, con tal de satisfacer nuestra cuota egoísta de realización personal, aunque la misma sea sobre los cadáveres de personas, a la que deberíamos servir con denuedo.
Desde hace más de treinta años, la corrupción se ha ido adueñando de nuestras vidas, y empezamos por tolerarla y ahora es casi un requisito que, si usted no ha cometido un peculado o se ha visto envuelto en algún escándalo mayúsculo, usted no es considerado para optar por algún puesto público. Verbigracia, la elección de algunos funcionarios y la designación de otros.
Yo recuerdo que, en la escuela secundaria, había un compañero que algunas veces tenía los ojos rojos, y se decía por su comportamiento que, fumaba marihuana. El mismo se sentía aislado porque el resto, decididamente no compartían tal práctica y le temíamos a las consecuencias del consumo de drogas y, además, éramos jóvenes, tal vez muy ilusos, pero igualmente cándidos. Hoy día, no solo se consume ampliamente por muchos sectores, sino que, los negocios provenientes de ese consumo, resultan en una compleja red de distribución que produce grandes capitales que, son necesarios blanquearlos y eso, solo se puede hacer, con empresas que tengan un significativo flujo de caja y por supuesto, el sistema bancario local que deriva de tal manejo un alto porcentaje del negocio.
La Pasión y el amor por el dinero, los bienes materiales y el prejuicio, gobiernan el mundo, solamente bajo el nombre de la razón, aunque ella sea precisamente la gran ausente. Quienes ejercen la política han llegado a la conclusión que tolerar la corrupción y la vagabundería, es un camino casi virtuoso. Que gestionar el poder público sin virtud, es encomiable y que no hacer diferencia entre lo correcto o incorrecto, no tiene por qué ser cuestionado. De modo que, ante la precariedad de valores, lo que advertimos es una falta sofocante de principios que oxigenen a una sociedad que, comprende que tarde o temprano pagaremos muy caro, el haber abandonado la luz y la verdad, para hacer relaciones “chimbas” con la ambición y la avaricia, la cual nos ha llevado a las puertas del infierno.
Por ahora, el pueblo panameño está en absoluta indefensión. Su dignidad no hay quien la ampare y proteja, y en ese camino de lo natural, el poder fáctico, que es el que, verdaderamente gobierna, intentan que admitamos que, tener cadenas de opresión, simulan cadenas de oro y diamante. Que ser esclavo es altruista, y serviles, es encomiable, de tal manera que, debemos hacer mérito para merecer su amistad ocasional y pasajera y tal vez, nos consideren para que, sirvamos como verdugos de nuestros propios hermanos, que eso según ellos, es un extraordinario reconocimiento y manifestación de una gran confianza.
Los muros del país, en medio de la pandemia, están en ruinas, nuestra gente es abusada, sometida a la indignidad. Nos toca levantarnos como pueblo, y con la ayuda de Jesucristo, rehacer el muro, a reconstruirlo y a restaurar la dignidad perdida y hacer que vuelva a imperar entre nosotros, el Decoro, la Dignidad y la Decencia. No permitamos que en nuestro corazón anide el Alzheimer moral y terminemos por abjurar a los principios y abracemos con complicidad, la precariedad ética y moral que, es más peligroso que el COVID-19, porque mataría la sensibilidad natural y espiritual de la que fuimos revestidos.
¡Así de sencilla es la cosa!
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