Condiciones De La Burguesía Vs El Arrabal Citadino
Por Jaime Flores Cedeño
Profesor de Filosofía e Historia-Abogado.
Bandera Bolivariana que adoptaron los Santeños en 1821
Los hechos acaecidos el 28 de noviembre de 1821, fueron objeto de debate en el siglo XX, por connotados intelectuales, cuyas apreciaciones han quedado en el olvido, anteponiéndose la versión oficial de historiadores que han impulsado narraciones cronológicas o taquigráficas, sin mayor profundidad dialéctica o teórica.
La Independencia se produce treinta y dos años después de la Revolución francesa, que en términos generales aceleró los cambios en Europa y el mundo, bajo un contenido clasista, donde la burguesía salía triunfante luego de siglos de enfrentamiento contra el dominio feudal, no obstante, estos se convertirían en la nueva clase social dominante y hegemónica, que, mediante la explotación de los trabajadores en las fábricas e industrias, utilizando sobre todo, mano de obra infantil y de mujeres, por más de 16 horas, pasarían a ocupar el sitio de la antigua aristocracia feudal, con la particularidad de implementar el trabajo asalariado, que traía consigo el enriquecimiento de estas élites y la pobreza de millones de obreros a nivel global. Trece años antes de la Revolución francesa, se originó la Independencia de las colonias británicas en el territorio que hoy ocupan los USA, este movimiento tuvo mayormente líderes esclavistas que tenían una visión imperial, similar a su madre patria.
LA REVOLUCIÓN FRANCESA DE 1789.
Ante la crisis estructural que vivía Francia en 1789, donde la pobreza se agudizaba comparada con la riqueza de los reyes, nobles y curas, el Rey Luis XVI, no le quedó otro camino que convocar a los Estados Generales, institución que no se reunía desde hacía 175 años. Estuvieron integrados por la Nobleza, primer Estado (1.5 % de la población) el Clero (0.7%) y el tercer Estado (98%), de un total de 28 millones de habitantes.
En junio de 1789, Luis XVI disuelve los Estados Generales, en consecuencia, el tercer Estado toma la decisión de convertirse en Asamblea Nacional y se reúnen en la famosa sesión de la cancha de pelota de tenis.
El 14 de julio, el pueblo se toma La Bastilla y el 26 de agosto de 1789 la Asamblea Nacional Constituyente aprobó la “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” donde se resumen los principios en materia de libertad e igualdad desarrollados por los filósofos de la ilustración.
Esta declaración de libertad (que en principio era para los burgueses) no aplicaba para sus colonias, en el caso de América, se encontraba Haití, donde el sistema esclavista tenía en situación de muerte a la población de la etnia negra traída de África, la cual se liberó el 1 de enero de 1804, al proclamar su independencia.
En 1791, el Rey escapa y es capturado, con posterioridad los Jacobinos toman el poder de la Asamblea. Francia entre los años 1792 y 1794, vivirá en una confrontación civil interna, donde miles serán decapitados y externa por medio de la guerra que hacían territorios realistas en las fronteras. Los jacobinos, dirigidos por Robespierre, decapitarán al Rey Luis XVI, el lunes 21 de enero de 1793. El 16 de octubre de 1793, ocho meses después sería decapitada María Antonieta, otros miles serían llevados a la guillotina.
LA INVASIÓN DE NAPOLEÓN A ESPAÑA Y LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA LIDERADAS POR SIMÓN BOLÍVAR
El siglo XIX se inaugura en Europa con el ascenso de Napoleón Bonaparte y su guerra expansiva en el viejo continente que presentó consecuencias en las colonias francesas en América. Este conflicto llegó a España en 1808, con la invasión de las tropas napoleónicas que conlleva la abdicación de Carlos IV y su hijo Fernando, que pasaría bajo arresto en Francia. Ante esta crítica situación Napoleón hizo nombrar a su hermano José como Rey de España. Este suceso es relevante porque España tendría que destinar tropas, esfuerzos y dinero para combatir la injerencia francesa y debilita de esta forma su dominio colonial en América.
Fue en el marco de esta crisis nacida en Europa y dimensionada con la guerra, que se crean los primeros focos independentistas en América, primero por civiles y posteriormente militares, entre criollos y peninsulares, aunque años antes Francisco de Miranda y otros militares, habían hecho proclamas de libertad. En este escenario sobresalió primariamente la figura de Simón Bolívar, quien, el 23 de mayo de 1813, fue declarado “El Libertador” a los 30 años por su campaña Admirable.
El pensamiento emancipador de Bolívar se proyecta de manera excepcional en su famosa “Carta de Jamaica”, donde expone la necesidad de romper los lazos que unían a la región con España y pondera la trascendencia del Istmo de Panamá como futura sede de un Congreso de Naciones. Esa visión de Bolívar se formalizó, en 1826, con el Magno Congreso Anfictiónico, que trazó la meta de construir una alianza destinada a enfrentar ataques externos, principalmente, de los Estados Unidos. Su famosa frase de 1829, resumía este pensar al decir que: “Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad”.
Bolívar, a pesar de que nunca estuvo en el Istmo, siempre le guardó admiración, así lo reveló en una carta enviada al general José de Fábrega, en la que manifestaba: “No me es posible expresar el sentimiento de gozo y admiración que he experimentado al saber que Panamá, el centro del Universo, es segregado por sí mismo, y libre por su propia virtud. El Acta de Independencia de Panamá es el documento más glorioso que puede ofrecer a la historia ninguna provincia americana”.
Para la década del diez del siglo XIX, América Latina, estaba encendida en su objetivo emancipador. Héroes como Bernardo O Higgins, José de San Martín, Antonio José de Sucre, José Antonio Páez, Francisco de Paula Santander, Antonio Nariño, José María Carbonell, Policarpa Salavarrieta, Camilo Torres, José Matías Delgado, Manuel José Arce y los hermanos Aguilar en el Salvador, entre otros, tuvieron una destacada participación en las guerras independentistas, muchos de ellos fusilados, como Policarpa y Camilo Torres, otros ahorcados, caso de Carbonell, por citar unos ejemplos.
Entre estos héroes cabe resaltar a dos curas que se opusieron a la línea conservadora de la iglesia y decidieron dirigir las rebeliones de indígenas y campesinos. Me refiero a Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos en México. El primero inició la lucha en la madrugada del 16 de septiembre de 1810, mediante el repique de campanas logrando reunir a cientos de feligreses en la parroquia del pueblo de Dolores en la intendencia de Guanajuato y los convocó a luchar, dando inicio a enfrentamientos entre insurgentes y realistas.
El 21 de marzo de 1811, Hidalgo sería capturado, su proceso de ejecución se extendió por su condición sacerdotal. Las normas canónicas preceptuaban que debía ser degradado en primera instancia para luego ser fusilado y decapitado. Su cabeza, igual, que otros revolucionarios, fue enviada a Guanajuato, y causar terror en la población. El otro cura guerrillero, José María Morelos, no escapó a la persecución y se ordenó fusilarlo el 22 de diciembre de 1815.
De todo lo expresado cabe preguntarse, ¿cuál era el papel que jugaba el Istmo de Panamá para esta época donde las guerras independentistas estaban en su mayor desarrollo?
Una respuesta aproximada consiste en sostener que, el Istmo, con el beneplácito de la burguesía comercial, sirvió de plataforma militar para sofocar las insurrecciones que se estaban dando en el sur del continente. Aquí estaban apostados gran parte de los militares que luchaban en contra las tropas independentistas.
El propio Mariano Arosemena, testigo de los acontecimientos, autor de “Apuntamientos Históricos 1801- 1840” y un ensayo titulado: “La Independencia del Istmo”, decía que: “Durante los años de 1811 a 1812, se organizaron por las autoridades de Panamá, dos distintas expediciones militares para auxiliar la causa del Rey. La una compuesta en parte de soldados veteranos y milicianos, en número aproximadamente de 400 hombres, al mando del coronel Juan Andrete, que fue a Quito; mientras que la otra con una fuerza de 150 a 200 hombres del batallón fijo, y a las órdenes del sargento mayor José de Fábrega se mandó al Chocó”.
El Istmo fue refugio del virrey de Santa Fé Benito Pérez, quien llegó al territorio el 19 de febrero de 1812 y de militares de no grata recordación como: Alejandro Hore, Juan de Sámano (aborrecía la Constitución de 1812) y José de la Cruz Murgeón. La clase dirigente comercial del Istmo se mantuvo ejerciendo sus actividades y no encabezaron ningún movimiento de sublevación, como sí estaba aconteciendo en el sur del continente.
La burguesía comercial se activó a partir de 1820, con la apertura constitucional que se produce en España tras la rebelión militar de Rafael de Riego y Antonio Quiroga, ambos exigen el retorno de la Constitución de Cádiz, que había sido abolida por Fernando VII al retomar el poder en 1814. Esta etapa que dura hasta 1823, es conocida en la historia como el trienio liberal. Dato importante es, que en estos años aparecen en el Istmo la primera imprenta y las sociedades patrióticas destinadas a la independencia.
El 28 de noviembre de 1821, fecha de la Independencia de Panamá de España, ocurre en un escenario de retroceso de las tropas realistas, específicamente, por las derrotadas en Boyacá el 7 de agosto de 1819 y Carabobo el 24 de junio de 1821.
En consecuencia, la Independencia de 1821, se materializa en un contexto internacional donde las tropas del Libertador Simón Bolívar obtenían triunfos significativos, y en España, se vivía una política de duros cuestionamientos al absolutismo de Fernando VII. Mientras esto ocurría, en Panamá, el coronel José de Fábrega se mantenía al frente del Gobierno por disposición de Murgeón que había partido hacia Ecuador para enfrentar el ejército bolivariano. Murgeón, dejaba tras de sí una serie de atropellos en contra de la población en su afán de buscar fondos para la guerra (por medio de la violencia sus tropas llegaban a los pueblos del interior a cobrar diezmos y expropiar bienes de los pobladores).
Museo de la Nacionalidad en la Heroica Villa de Los Santos
Con esta antesala se origina el Grito de la Villa de los Santos el 10 de noviembre de 1821 y que no fue bien visto por las élites citadinas. Es más, el propio Mariano Arosemena, prominente miembro de la burguesía comercial se refirió al mismo de esta manera: “Aparece un movimiento revolucionario en la Villa de Los Santos, proclamando la Independencia, aunque de una manera irregular y deficiente, pues aquellos habitantes no declararon el gobierno que se daban, ni decidieron cosa alguna sobre los negocios de la nueva asociación política. Nocivos, se contentaron con llamarse independientes. Pero aquel levantamiento popular hizo, sin embargo, una fuerte impresión en la ciudad”.
La visión que dio Mariano Arosemena, padre de Don Justo Arosemena, sobre los hechos, tiene su valor histórico, pero no deja de ser una apreciación subjetiva producto de su condición social. Esto lo observó Rodrigo Miró al argumentar que: “En los escritos de Mariano Arosemena asoma un complejo clasista y del tono altanero que utiliza cuando habla de la gente de color. Continúa diciendo, que a ratos al hablar del pueblo sentimos que interpone una distancia. Por otra parte, alude al movimiento de la Villa de los Santos en términos que pretender restarle significación”.
La reacción de Fábrega, ante el pronunciamiento del 10 de noviembre, fue enviar una comisión a la Villa de los Santos integrada por los coroneles de milicias José María Chiari y José de la Cruz Pérez. En esta coyuntura descolló un joven patriota llamado Francisco Gómez Miró (ignorado en la historia por la burguesía triunfante), quien jugó un papel protagónico en los acontecimientos. Miró, viajó hacia el interior, y al llegar a la ciudad de Natá, se erigió como el principal impulsor del Grito de esta población fechado el 15 de noviembre de 1821. En los días siguientes se trasladó a la Villa de los Santos y enfrentó a los comisionados designados por Fábrega.
En la reunión que se convocó para tratar el tema suscitado a raíz del 10 de noviembre Miró sostuvo que: “El Grito de la Villa tenía valor de cosa juzgada y que nada ni nadie haría cambiar el curso de los acontecimientos”.
El Grito de la Villa de los Santos obtuvo el respaldo de gran parte de pueblos del interior del país, los cuales decidieron terminar con el abuso que los españoles imponían en materia de tributos y represiones contra sus habitantes. Este sector del interior, que estaba alejado de la ciudad, sufría los embates de la pobreza y el abandono, por lo tanto, sus intereses no estaban circunscritos en temas exclusivos comerciales, como sí acontecía con la burguesía citadina.
Estos miembros de la urbe al sentir el apoyo y la extensión que había tenido el Grito del 10 de noviembre, procedieron a proclamar la Independencia el 28 de noviembre de 1821, 18 días después. El paso que dieron los notables en ese momento está descrito en el Acta de la Independencia y consistió en la Unión del Istmo al proyecto de Bolívar, conocido popularmente como: La Gran Colombia, que era la unidad de los territorios liberados a saber: Ecuador, La Nueva Granada y Venezuela, conforme se había establecido en el Congreso de Angostura de 1819.
Carlos Manuel Gasteazoro, se hizo la pregunta: ¿Qué le faltó al 28 de noviembre? “Le faltó fermento revolucionario, preparación ideológica, preocupación nacional y, sobre todo, le faltó audacia para acondicionar bien el país profundo dentro del concepto Estado. Por desgracia, no tuvieron nuestros patriotas conciencia plena de nuestra realidad anímica cuando incorporaron al Istmo dentro del mosaico grancolombiano. De aquí procede nuestro destino desgraciado en el siglo XIX, de aquí, igualmente, nuestra historia sin unidad, sin continuidad, sin equilibrio, y donde la realidad de verdad, no podemos encontrar una, sino varias historias de Panamá”. (Citado en el libro de Historia de Panamá, de Moisés Chong Marín).
Diógenes de la Rosa, exteriorizó su pensar sobre la Independencia de 1821 de esta forma: “Los que desempeñaron el papel de caudillos de la revolución de 1821 fueron hombres más o menos ilustrados, que no llegaron a tener conciencia exacta en lo relativo a las consecuencias ideológicas de esta Revolución. Por eso dice, que “habría sido necesario que el régimen feudal español se hubiera liquidado en el punto en donde residía su esencia y de donde emanaba su fuerza: en la organización de la propiedad territorial”. A su criterio, “los señores colonialistas españoles, encasillados en sus inmensos latifundios, fueron reemplazados por los caudillos criollos y una nueva clase de propietarios…. los caudillos y sus descendientes cumplían igual papel al de los nobles y capitanes españoles”.
Lo anotado coincide con la segunda Declaración de la Habana del año 1962, cuando señala que: “Los pueblos de América Latina se liberaron del coloniaje español a principios del siglo pasado, pero no se liberaron de la explotación. Los terratenientes feudales, asumieron la autoridad de los gobernantes españoles, los indios continuaron en penosa servidumbre, el hombre latinoamericano en una u otra forma siguió esclavo, y las mínimas esperanzas de los pueblos sucumbieron bajo el poder de las oligarquías y el capital extranjero”.
César de León sostuvo que: “Mientras países como Argentina, Perú, Chile y México, coronaban y remataban sus respectivos procesos de formación de nacionalidades erigiéndose en estados independientes, nuestro país no hacía lo mismo. Esto, traducido a términos de desarrollo nacional significaba que las capas dirigentes panameñas decidieron no enfrentarse con libertad y responsabilidad propias a la problemática del Istmo. Ni la organización administrativa, ni las relaciones internacionales; tampoco la estructuración y orientación de un tipo de economía iban a ser determinadas con base a los reales intereses de la nacionalidad panameña”.
Lo expuesto no le resta valor al ideal de unidad de los territorios recién emancipados contenido en el proyecto de la Gran Colombia, sino que los próceres no estructuraron un proyecto de Nación en la década subsiguiente, como si lo hizo, Ecuador y Venezuela, y por supuesto, La Nueva Granada, luego del desmembramiento del proyecto de Unidad Bolivariano. En cambio, el Istmo, dirigido por las élites burguesas Panamá, se mantuvo como departamento de la Nueva Granada, sin personalidad política, hecho que costó a los istmeños 82 años de dominación, donde no faltaron las Gestas patrióticas que cimentaban el sentimiento de nacionalidad.
Lo cuestionable según los autores antes expuestos va dirigido al apresuramiento de las élites de unirnos a Colombia sin mayor reflexión política, social y económica, en especial, porque era un proyecto que estaba en fase inicial. Al respecto, el artículo 2 del Acta de 1821 dice que: “El territorio de las provincias del Istmo pertenece al Estado Republicano de Colombia, a cuyo Congreso irá a representarle oportunamente su diputado”.
El Acta de la Villa de los Santos ha sido estimado por algunos historiadores como de mayor alcance, en cuanto a que propone vivir bajo un sistema republicano, y no plantea rasgos concretos de unidad sin estructura, pero sí apela a la defensa que tendría el Istmo de los ejércitos bolivarianos, lo cual era propio ante la reorganización de la Santa Alianza.
El acta no se distancia del ideal bolivariano de libertad, por lo tanto, lejos de expresar términos abstractos proclama al Istmo: libre e independiente del gobierno español, bajo el auspicio y protección de Colombia, que era lo propio en materia defensiva ante los intereses injerencistas de monarquías europeas.
Resumimos cada uno de los pensamientos expresados durante el siglo XX, subrayando, que la base colonial continuó en el Istmo durante el siglo XIX y los pobres del arrabal siguieron marginados, bajo condiciones de desigualdad y explotación, sin embargo, el ideal emancipador se mantuvo presente por distintos personajes y Gestas, como la de José Domingo Espinar (1830), Juan Eligio Alzuru (1831), el Estado del Istmo de Tomás Herrera (1840), el Estado Federal de Panamá de Justo Arosemena (1855), El Incidente de la Tajada de Sandía (1856), la Rebelión de Pedro Prestán (1885), La Guerra de los Mil Días (1899- 1902), el asesinato del poeta León A. Soto (1902), el injusto fusilamiento del General Victoriano Lorenzo (1903) y el acto emancipador del 1903, desde la perspectiva popular y no de la burguesía que entregó el Istmo a los intereses de los USA, por medio del lesivo Tratado Hay Bunau- Varilla.
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Moisés Chong Marín “Historia de Panamá”.
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