Por José Dídimo Escobar Samaniego
Hace algunos días, los medios de comunicación y las redes sociales sacaron a la luz un atentado en directo contra Evo Morales Ayma y sus acompañantes en Bolivia.
No hay duda que Evo Morales es un líder popular con gran arraigo en su pueblo que lo respeta y distinguió como presidente, lo religió y lo sigue queriendo porque a pesar de estar en el poder no mudo su sencillez y su autentico amor por su pueblo.
Durante su gobierno e pueblo boliviano experimentó una gran transformación material y espiritual y ocurrió en ese periodo un gran empoderamiento del pueblo boliviano que siempre fue un convidado de piedra en la fachada democrática que allí existía.
Su posición revolucionaria y latinoamericana, le ha hecho ser, el centro de conspiraciones para tratar de anularlo como auténtico líder de ese pueblo boliviano, rebelde y en búsqueda de su total reivindicación.
La situación en ese país es tensa y todos saben que los logros obtenidos en esa democracia donde ahora los originarios si tienen un mayor reconocimiento, no son compatibles con los deseos de la oligarquía boliviana para regresar al control del poder y de los inmensos recursos naturales, como el gas y el litio que tiene Bolivia.
El imperio norteamericano, no hay duda, en contubernio con esa oligarquía; son los mayores interesados en borrar del mapa a un líder de esa talla, como lo han hecho en otras latitudes, verbigracia lo que hicieron con Torrijos aquí en Panamá.
El General Omar Torrijos Herrera, también fue víctima de un atentado que le costó al vida y a sus acompañantes, como medio para revertir el proceso de liberación nacional en Panamá.
Dios guarde la vida de Evo y el destino de libertad y auténtica democracia que le espera al pueblo boliviano que, cada día tiene mayor conciencia sobre el destino de dignidad a que tiene derecho, si logra fortalecer su unidad para evitar que sus enemigos pretendan abrir brechas e introduzcan la división que, es su propósito porque saben que, solo en la división del pueblo, ellos podrán medrar de sus bienes y arrebatarles, como en el pasado, lo que les pertenece.
¡Así de sencilla es la cosa!
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