En un proceso inversamente proporcional a la pandemia de Covid-19, la economía de Panamá rompe la inercia de la contracción e inicia una re apertura lenta con resultados poco visible para las mayorías.
Muchas vallas vacías sin anuncios comerciales, negocios privados clausurados, carteles de ‘se vende’ o ‘se alquila’, la depresión del mercado inmobiliario y el turismo interno que no despega, son síntomas de que los efectos de la Covid-19 dejaron secuelas en los bolsillos.
Sin embargo, las cifras macroeconómicas anuncian que el camino del crecimiento comenzó, aunque en su mayoría el optimismo de algunos funcionarios estatales y economistas se basan más en pronósticos de reputadas instituciones internacionales, que en las aún débiles señales de reanimación.
El constante tránsito de buques por el Canal de Panamá y la exportación de concentrado de cobre desde la gigantesca mina de Donoso, en Colón, son hasta el momento los signos más palpables de que Panamá comenzó el ascenso después de tocar fondo tras caer el Producto Interno Bruto (PIB) un 17,9 por ciento en 2020. Laurentino Cortizo, presidente del país, aseguró el sábado pasado que ‘si seguimos avanzando y trabajando en equipo de manera disciplinada y avanzando en la estrategia de vacunación, la recuperación económica de Panamá será muy buena’.
Confía el mandatario en los vaticinios del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la revista The Economist y la Comisión Económica para América Latina (Cepal) quienes consideran que Panamá tendrá uno de los más altos niveles de crecimiento económico en la región.
La secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena, en una entrevista publicada la semana anterior por el diario La Estrella de Panamá, aseguró que el país ‘privilegió el cuidado a la salud, por lo que al levantarse muchas de esas restricciones, se está detonando una reactivación rápida en varios sectores’.
Para la especialista existe un efecto inmediato con el reinicio de sectores prácticamente paralizados al permitir la movilidad, lo que rescata paulatinamente la demanda global y cifró esperanzas en el repunte de la construcción con la ejecución de proyectos de inversión pública y privada.
Llamó la atención que tres cuartas partes de la economía nacional se sostiene en los servicios, muchos de los cuales dependen de interacción física, pero las restricciones sanitarias prácticamente bloquearon muchos de esos, que al reiniciarse paulatinamente también generan ingresos.
Bárcena hizo hincapié en el indicador índice mensual de actividad económica, el cual arrojó un crecimiento de 4,85 por ciento en el primer semestre de este año, con relación a igual período de 2020, y predijo que, de continuar esa tendencia, podría cerrar el año en 12 por ciento de aumento.
La violenta caída del PIB panameño por debajo de varias economías del continente, causa un efecto estadístico inverso en la recuperación, pues la base de comparación disminuyó, explicó la experta quien comparte la opinión que el mayor crecimiento regional lo tendrá Guyana (16 por ciento), seguido de Panamá (12).
En una mirada amplia a la sociedad, la realidad se torna menos optimista y la recuperación parece perderse en la oscuridad de un túnel sin salida a la vista, porque la tasa de desempleo creció hasta el 20 por ciento, mientras decenas de pequeñas empresas cerraron definitivamente sus puertas.
La desaparición de empleos formales equivale a un retroceso de una década de creación de puestos de trabajo y los lanzados a la informalidad creció hasta la cifra de un millón, según cálculos oficiales, por lo que el escenario de la recuperación resulta una posibilidad para unos, pero ficción para otros.
El abismo en la redistribución de las riquezas crece y lejos de alejarse del fatal récord de uno de los países más desiguales del mundo, expertos opinan que todo apunta a la reafirmación del negativo liderazgo.