Eduardo A. Reyes Vargas
Los acontecimientos que se desarrollan en Panamá, conformado por protestas y cierres de calles, es un ejercicio que se viene practicando por décadas de partes de segmentos de la población por falta de agua, carreteras, mal estado de edificios escolares etc.Esos entrenamientos voluntarios o no, se acumulan y hoy día suelen abarcar a todo el país, con excepciones de algunas áreas geográficas.
Definitivamente, las administraciones gubernamentales, con muy mínima excepción post invasión han ido generando desconfianza en los gobernantes, los partidos políticos Asamblea nacional, etc.
Diferentes encuestas nacionales e internacionales lo sustentan
El recrudecimiento de las dificultades económicas pre y post pandemias, han llevado a un límite la paciencia de los panameños.
Así que no es sorpresa lo que observamos.
Nuestros gobiernos en épocas de crecimientos económicos favorables y en los de vacas flacas- desnutridas, han dejado correr y acrecentar las desigualdades de todo tipo, lo que han llevado a una indignación nacional.
Como es de esperar no creo que sumen más de diez mil panameños los que han ido a las calles, pues la costumbre enclavada en una mayoría de ciudadanos, es descansar sobre la lucha de otros.
Es posible que, ante tantos desengaños de liderazgos claudicantes, la sociedad prefiere ser cauta.
El movimiento de protesta actual a última hora logra una cohesión que esperamos facilite en una sola mesa del dialogo, establecer el qué, el cuándo, el cómo se enrumbará la nación por mejores caminos, donde la corrupción con todas su variables y la impunidad de todo tipo, se minimicen al máximo.
Es un problema estructural, de tal forma que ha de tomar tiempo ver sus resultados.
Lo importante es que estas protestas, quizás las más grandes post invasión, mandan un mensaje a nuestros gobernantes, presentes, del pasado y del futuro.
No es solo el precio del galón del combustible la raíz primaria del problema, es un hartazgo acumulativo de muchas décadas.
Y por cierto es interesante conocer el establecimiento nuevamente de una gran Refinería en Panamá, que es posible abarate costos del combustible, ante las oscilaciones de precios que no tienen fin.
No veo sustentación posible tampoco que este movimiento aboque al país a gobiernos de izquierda radical.
Lo más que Panamá, ha tenido como experiencia es el centro derechismo y quizás con Torrijos algo de centroizquierda tenue (social democracia).
Una corriente de centro izquierda podría llegar al poder, pero con las limitaciones propias de lo que significa esta nación para nuestros tutores históricos.
Así que ese fantasma de Nicaragua, Venezuela, Cuba etc. lo veo como un espejismo, o como la conocida política de infundir miedos.
Las medidas de austeridad de nuestro Presidente Cortizo y su gabinete, conocidas recientemente debieron aplicarse al momento de la crisis económica – covid19, pues aunque la suma de dineros colectados no resolviera grandes problemas, mandaba un menaje de liderazgo.
Predico y practico.
Lamentablemente no fue así.
Hoy día ayudarán si se cumple, pero de haberse realizado en el pasado inmediato, es posible hubiese evitado lo que hoy acontece
Los problemas de la canasta básica de alimentos y el alto costo de medicamentos, con un sistema de salud en crisis, son dos grandes temas que resolver entre otros.
Panamá necesita con urgencia un gran contrato social entre todas las fuerzas vivas comprometidas con el desarrollo nacional, que establezca los senderos para que la nación sea realmente una democracia participativa y representativa, en donde la Constitución no sea como lo es, un convidado de piedra.
Ya los diálogos, miles de documentos archivados y olvidados que ellos producen son estériles.
De la retórica la práctica es el camino sin retorno.
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