Ramiro Guerra.
Abogado, escritor y cientista político.
Por lo general, los regímenes presidencialista, constituye un punto de partida e inicio, de formas que terminan siendo autoritarias.
Cierto que la constitución nacional, señala que vivimos bajo la egida de gobiernos que se denominan democráticos, sin embargo el carácter excesivamente presidencialista del régimen, siempre deja abierto los portones, que albergan en su seno, las tentaciones (peligrosas) que vehiculan formas autoritarias y autocráticas de ejercer el poder político.
En no pocas veces, he escuchado a presidentes, decir que ellos mandan y punto. O sencillamente se conducen como oferente de un exacerbado autoritarismo.
Se dice, que el poder se sustenta en el pueblo, el verdadero soberano. Esta afirmación ha sido mal interpretada, al punto que la reducen al voto en una elecciones. (Democracia representativa). Fui elegido para mandar. Así se expresan.
Después de ese evento de votar, queda la sensación, de que el pueblo queda reducido a una relación de servidumbre, sometido a lo que haga o deje de hacer el elegido.
Como se puede colegir, ese enfoque de democracia representativa, niega o limita el enfoque de real democracia participativa y fiscalizador de la gestión del elegido por el voto. (ciudadanía deliberativa).
Desde la perspectiva arriba señalada, el poder soberano no descansa en el presidente. Este, en un sistema presidencialista en exceso, en su hacer mediador, no se siente dependiente del real poder soberano. De allí, que las denominadas tentaciones autoritarias, suelen constituirse en forma regular de ejercer el poder.
El régimen presidencialista, suele caracterizarse en el ejercicio del poder, como gobierno que hace gala de un centralismo nada democrático y una concentración excesiva de todas las decisiones, incluso aquellas sin mayor jerarquía.
El régimen presidencialista, no propicia espacios de verdad democrático. No se propician los recursos y espacios, para un real control y fiscalización de las relaciones y correlaciones inmersa en el ejercicio del poder.
Es urgente al país, una verdadera y profunda reforma política para asegurar que vivamos en democracia y no en una autocracia.
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